
Roberta Pedrotti
La temporada del bicentenario del Teatro Grande de Brescia continua con un hecho que esperamos sea de buen auspicio como es el reciente nombramiento del sobre intendente Umberto Angelini de cuarenta y dos años de edad. Se montó en escena La Sonnambula con un elenco encabezado por la extraordinaria Jessica Pratt. Confieso una cierta emoción al aplaudirle a esta joven australiana, que es alta, imponente, de hermosa apariencia, muy dulce y teatral, a solo dos semanas de la muerte de Joan Sutherland, pero naturalmente la comparación seria algo ocioso. Jessica Pratt es Jessica Pratt, la mejor revelación belcantista de los últimos años con un grato timbre bien sostenido y homogéneo, emisión fluida en toda la tesitura, óptima coloratura, línea noble y elegante y aun así aromatizada por la ingenua simplicidad de Amina. Sobretodo en el final, la artista se impuso y emocionó sinceramente con un delicado “Ah non credea mirarti” con esplendido legato, para después explotar en un brillante “Ah non giunge uman pensiero”, coronado por variaciones sobreagudas (fa incluido) con el que restituyó el placer de la sorpresa y el fantasioso escalofrío de la artista virtuosa y creadora que creíamos que se había perdido. No hubo nunca complacencia ni exhibicionismo, porque Pratt es una cantante muy musical que sabe conjugar la inspiración con el rigor estilístico y traduce en el canto la tímida inocencia de la virgen alpina. Como ejemplo particular la frase “D’un pensiero, d’un accento” de intima conmoción, estuvo tan elevada y casi abstracta en la esencia de la expresión belcantista. Se agrega la dulzura, la naturaleza escénica de una artista que se conduce con gracia, que confirma el valor de una notable artista con un amplio margen de crecimiento y de la cual esperamos obtener siempre nuevas satisfacciones. La pareja con Enea Scala, como Elvino, estuvo perfectamente de acuerdo en lo escénico (sus efusiones y pequeñas tonterías constituyeron lo mejor de la dirección escénica) y por equilibrio vocal, en virtud de la gran facilidad del tenor para emitir agudos y sobreagudos aunada a un color bronceado de un metal muy particular y una sonoridad corpórea muy agradable. La propiedad estilística se confirmó con las variaciones en el inicio de la cabaletta del segundo acto que se unió a una fresca y viril interpretación del personaje.


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