Foto: T. Charles Erickson
Lloyd Schwartz
¿Qué otro compositor
que no fuera Phillip Glass sería más apto para componer la música de una ópera
basada en la historia de Franz Kafka “In
the Penal Colony” (La colonia
penitenciaria)? ¿No son caso sus interminables y repetitivas notas un
equivalente auditivo de las miles de agujas torturan que marcan la carne de la victima? La Ópera Lirica de Boston montó la opera
compuesta hace quince años por Glass inspirada en un cuento literalmente
desgarrador de Kafka, de la que tengo
reservas porque su música que no es tan dolorosa como debía ser. Aun así, la obra valió la pena ser escuchada en
el notable edificio Cyclorama del Centro
de las Artes de Boston. Rudolph Wurlitzer, libretista de Glass,
se acercó mucho a la historia original no así fue el caso del director de
escena R.B. Schlather. En la
historia, un visitante, en la traducción que tengo es un explorador, ha sido
invitado para observar una colonia penitenciaria tropical. Un oficial de la
colonia, realiza una ejecución a un soldado dormido en horas de trabajo, que como castigo será atado a una maquina durante doce
horas, y al final una espina le perforara la cabeza. La víctima no sabe cuál es
su crimen o su castigo, y para Kafka es un inepto, un ignorante que ni siquiera
habla la lengua de la colonia. Finalmente el oficial libera al soldado y ocupa
su lugar. En esta producción, la víctima
fue interpretada por el bailarín dinámico y
glamoroso bailador de ballet Yury
Yanowsky quien se movió con fuerza y propósito por la abstracta escultura
que sugería ser la máquina de ejecuciones. Pero ello nada tuvo que ver con la
imagen de una víctima de acuerdo a Kafka. El visitante explorador, interpretado
por el tenor Neal Ferreira fue una
figura maltratada por el oficial, personificado por el barítono David McFerrin quien en brillante traje
rojo fue lo que probablemente más se aproximó a Kafka en esta producción. En
diversos puntos de la función, los tres personajes parecieron embonar bien. Tanto Ferreira como McFerrin fueron
sobresalientes, ya que la buena acústica del lugar ayudó a que los cantantes
proyectoras con impecable dicción. El
minimalismo de Glass no permitió mucha expresión del carácter de los
personajes, pero aquí las casi
sentimentales líneas vocales del oficial, alimentaron el sentido de que estaba
viviendo en un pasado irreal. En
general, la música no interfirió con los ritmos naturales de la pronunciación,
pero no todo el texto está bien colocado, y los implacables ritmos forzaron a
acentuar las palabras incorrectas. Para la alternancia de dos notas y tercetos,
las rapidez y lentitud, lo alto y lo bajo, la brillante y lo oscuro, parecieron
ser mas resueltas de lo normal en Glass. Ryan
Turner condujo con brillante entendimiento de los cambios de ritmo y las
dinámicas de Glass. Su ritmo y el sobresaliente ensamble instrumental, un
cuarteto de cuerdas y bajo, hicieron que la música fuera más cautivadora que
monótona. Este interesante repertorio ha
sido una de las elecciones más convincentes de la compañía.
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