Foto: Falstaff (Silvia Lelli) Don Carlo (Monika Ritterhaus)
Ramón Jacques
El Teatro alla Scala
presentó de manera paralela, dentro de la presente temporada, dos obras
maestras de Verdi: Falstaff y Don Carlo. La primera de ellas fue escenificada con la producción
estrenada en el Festival de Salzburgo del 2013, que lleva la firma del “director de moda” Damiano Michieletto cuyas ingeniosas producciones logran atraer y
envolver al espectador como pocos directores pueden hacerlo. En esta ocasión el
joven director italiano situó la acción en la Casa Verdi, la residencia de
retiro milanés para músicos, construida y financiada por el propio compositor,
y que fue reproducida fielmente por el escenógrafo Paolo Fantin. Aquí, el
personaje de John Falstaff es un anciano jubilado, huésped actual de la casa,
que entre sueños y realidades revive las aventuras de seducción de su juventud.
Así, la trama transcurre mezclando hábilmente la realidad con la imaginación, y
lo que se ve en escena son en realidad los recuerdos del personaje. La
concepción de Michieletto está cargada de comicidad, de ironía, conmoción,
humanidad y una dosis de agridulce melancolía, en una forma en la que el teatro
nos describe y nos recuerda como es la vida misma. El experimentado Zubin Mehta dirigió a la orquesta con seguridad y atención
al detalle, una obra que demostró conocer bien, haciendo resaltar la brillantez
de las cuerdas, y siempre con consideración por las voces. Ambrogio Maestri estuvo
deslumbrante como Falstaff, papel que debutó aquí mismo en el 2001 y que ha
cantado al menos 250 veces en 25 teatros distintos. Maestri, por desempeño
vocal, incluso por físico, es el Falstaff por antonomasia de los últimos años.
De las alegres comadres de Windsor, se puede resaltar la gracia y simpatía
actoral, así como la oscura y radiante tonalidad de la mezzosoprano Annalisa Stroppa como
Meg Page; el sentimentalismo de Carmen Giannatasio como Alice, y la profundidad vocal de Yvonne Naef como Mrs. Quickly. Nanetta fue interpretada
correctamente por Giulia Semenzato. Agradó el
divertido Ford de Massimo Cavalletti y por su canto, más que por actuación, Francesco Demuro como
Fenton. Correctos los demás intérpretes y el coro en sus intervenciones.
Por su parte, Don Carlo volvió a este teatro en su versión en italiano
en cinco actos, como no había sido vista desde hace cuarenta años cuando Claudio Abbado la
programó en 1977. También con producción traída y estrenada en Salzburgo en el
2013, se contó con la dirección escénica de Peter Stein, las sencillas y
minimalistas escenografías, situadas en la época que indica el libreto,
diseñadas por Ferdinand Woegerbauer, los opulentos
vestuarios de Anna Maria Heinrich, y la radiante
iluminación de Joachim Barth, que jugó un rol importante, para hacer que esta
puesta en escena fuera impactante, dramática y directa para estimular los
sentidos del espectador. El tenor Francesco Meli ofreció un gran despliegue vocal y actoral como
Don Carlo, su grato timbre posee calidez y colorido y su dicción fue notable. Ferruccio Furlanetto, demostró su habitual solidez y experiencia como Filippo II,
en una de las ejecuciones más convincentes y solidas de la velada. Krassimira Stoyanova agradó por su elegancia y expresividad como Elisabetta y por
la dulzura y delicadeza en su canto. Redondearon el elenco la
mezzosoprano Ekaterina Semenchuk intensa y enérgica como Eboli, y el joven
barítono Simone Piazzola, muy desenvuelto
como Rodrigo. El bajo finlandés Mika Kares realizó su debut de último minuto, interpretando al Gran
Inquisidor, con voz potente pero escénicamente inseguro. Una mención aparte
merece la dirección orquestal de Myung-Whun Chun, cargada de buen
gusto, transparencia y sutileza con la que colocó a la orquesta como el
elemento más descollante de la función. El coro de la Scala también tuvo
su aporte, con la firmeza que lo caracteriza.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.