Marco Brescia & Rudy Amisano
Massimo Viazzo
Don Giovanni como director de escena del espectáculo en el que el mismo es el actor principal. Esta es la idea de fondo de la inteligente y atractiva puesta en escena de la obra maestra mozarteana, firmada por Robert Carsen para la abertura de la temporada scaligera. Asi, las funcionales escenas de Michael Levine reprodujeron el teatro mismo, con bambalinas movibles, cortinas, palcos en perspectiva y la presencia de espejos que reflejaban la misma sala del Piermarini. Don Giovanni hizo su entrada inmediatamente en escena, y en un movimiento dramáticamente eficaz, jalo hacia abajo la cortina con los acordes en re menor de la obertura dejando descubierta, y con la sala encendida, una lucida pared en la que se proyectaban las imágenes de las plateas. Todo es teatro, la existencia es teatro y Don Giovanni lo sabe, creando personajes que sin el, permanecieron inevitablemente sin vida. El Finale de la opera fue revelador en tal sentido, con el protagonista quien reviviendo, hizo desaparecer a todos de la escena cuando concluyó la representación guiada por el, haciéndolos hundirse inexorablemente en ese abismo en el que estamos acostumbrados a verlo desaparecer a él, y en lo que fue un verdadero coup de théâtre! Muy elegantes estuvieron los vestuarios elegidos por Brigitte Reiffenstuel, sobretodo aquellos con los que Don Giovanni continuamente se cambiaba durante el transcurso del espectáculo (sacos, camisas…).
Un Don Giovanni interpretado con nonchalance y grande suavidad vocal por Peter Mattei, un dandy un poco ausente sin histrionismo ni excesos. Carismático estuvo el Leporello de Ildebrando D’Arcangelo un sirviente que interpretó el papel de un técnico de la escena. Su voz es importante y su esculpida dicción fue muy nítida. La Donna Elvira de Barbara Frittoli pareció exuberante y segura, dominando verdaderamente la escena. Un poco más anónima fue la prestación de Tamar Iveri, una Donna Anna con un poco de dificultad en el registro superior, y poco comunicativa. Giuseppe Filianoti prestó a Don Ottavio una voz importante, pero la emisión por momentos forzada y una cierta rigidez en el fraseo comprometieron en parte el resultado. Timbrado e imponente el Comendador de Kwangchul Youn, mientras que poco atractivo desde el punto de vista vocal estuvo la pareja Zerlina-Masetto interpretada por una debíñ Anna Prohaska y por un cavernoso Štefan Kocán. Daniel Barenboim encontró buenos equilibrios timbricos y una convincente variedad dinámica, pero los tiempos, sobretodo en los concertati estuvieron demasiado lentos y privados de energía teatral.
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