Foto: Ramella&Giannese - Fondazione Teatro Regio di Torino.
Renzo Bellardone
Fidelio forma parte del proyecto que el Regio de Turín ha ofrecido sapientemente a sus espectadores invitándolos a recorrer juntos el camino hacia la búsqueda de la libertad. Si bien es una opera poco conocida, su trama es notable y es una piedra angular del panorama operístico y un monumento de composición que emociona. Aquí, emergió el vigor en la dirección de Gianandrea Noseda, con la madurez del director hoy conocido, quien supo extraer de la partitura hasta la introspección mas temida. El coro dirigido por Claudio Fenoglio fue un protagonista con definidos acentos interpretativos. La dirección escénica de Mario Martone fue apreciable por la idea de realizarla a través de la esencia metálica de la escena fija, que cambió solo en el segundo acto. Para una opera de espesor, invenciones escénicas podrían parecer artificiales, mientras que la referencia de los campos de concentración nazis, no hicieron más que acentuar la emotividad en su percepción. La iluminación de Nicolas Bovey fue utilizada con sapiente discreción; y sobrios fueron los vestuarios de Ursula Patzak. Miranda Keys, en el doble papel de Leonora y de Fidelio ofreció una significativa prueba vocal, afrontando a los personajes con la determinación de una mujer con coraje que arriesga todo para liberar a su hombre de las cadenas de la injusticia. Kor-Jan Dusselejee, fue aplaudido como Florestan, y a pesar de una molestia vocal ofreció una prestación de mucho espesor. El barítono Thomas Gazheli interpretó con seguridad escénica y vocal a Don Pizarro. Marzelline contó con la deliciosa soprano Barbara Bargnesi y el tenor Alexander Kaimbacher fue un claudicante Jaquino, en la parte escénica, aunque su emisión no fue del todo agradable. Robert Holzer fue el bajo profundo que dio voz y cuerpo a Don Fernando.
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