Foto: © Michele Borzoni / TerraProject
Massimo Crispi
“L’amour
des trois oranges”, fue el tercer título operístico del 77° Maggio Musicale
Fiorentino, como también la última opera en la historia del Teatro Comunale de
Florencia, antes que se utilice, finamente, la nueva Opera di Firenze, a poca
distancia de allí. La puesta en escena
la realizó el fantasioso director Alessandro Talevi que con el rico vestuario
de Manuel Pedretti y las escenas de Justin Arienti, nos regaló una interpretación
deliciosa de esa fabula musical, con varios niveles de lectura, creada por
Prokofiev en 1918 en los Estados Unidos. Como las fabulas dan mucha libertad a
los directores, aun por no estar vinculadas a un tiempo y un espacio, si un
director sabe su trabajo el espectáculo llama la atención. Talevi puso la época
más o menos en el tiempo de la realización de la opera misma, inicios del siglo
XX, donde el Rey del Trébol es el emperador Francisco Josef en silla de ruedas,
símbolo de un Imperio en su final, y también una época donde empieza a aparecer
un mundo étnico y negro totalmente distinto de lo que hoy se entiende, aquí
representado por Fata Morgana y Sméraldine, que se presenta al inicio como la
Mammy de “Lo que el viento se llevó” y se vuelve en una desencadenada Josephine
Baker en el último acto. Talevi imaginó
la fabula de Carlo Gozzi (siglo XVIII, el mismo autor de Turandot), que es la
base de la versión francesa de Prokofiev y Véra Janacopulos, como un teatro en
el teatro, donde los académicos (el coro) se pelean para afirmar la
superioridad de la poesía cómica sobre la trágica en versos martellianos, y que
aquí son representados como las naciones de la época: Rusia, agitando banderas
comunistas, defendiendo la tragedia (siendo siempre los drama rusos muy trágicos!);
Francia e Italia más afines a la comedia, etc.
Desde aquel momento hubo un “crescendo” de
paroxismo escénico, con mucha creatividad, con atmosferas del sucesivo cine de
animación de Karel Zeman o del más post-moderno “Moulin Rouge” de Baz Luhrmann,
con buen gusto y donde el rico vestuario de Pedretti y las escenas de Arienti
estuvieron enriquecidas por la inteligente iluminación de Giuseppe Calabrò. Los
artistas del ilimitado reparto internacional estuvieron en muy alto nivel y
todos siguieron los deseos del director con muy buena verve escénica y también musical,
bajo el control del director Juraj Valchua, que dirigió como mejor no se
pudiera a los cantantes, coro y orquesta en ese inmenso fresco tímbrico y
musical: el Rey de Jean Teitgen, con voz oscura y autoritaria, expresivo y
melancólico; el príncipe Tartaglia de Jonathan Boyd, equilibrista en su acción
escénica y vocal; Pantalone, Leonardo Galeazzi, optimo; Loïx Félix,
Truffaldino, simplemente fantástico por su pertenencia escénica y vocal y su
desenvoltura, como si saliera de la comedia del arte; Kristin Sigmundsson, la cocinera
Creonta, enorme y cómica en traje de gallina, casi una Baba Yaga; Fata Morgana,
sensual y ágil Anna Shafajinskaia, actriz de talento y brillo vocal; el elegante
Roberto Abbondanza, Mago Celio; Sméraldine, divertida Larissa Schmidt; las tres
princesas-naranja, Martina Belli (Linette), Antoinette Dennefeld (Nicolette) y sobre
todo Diletta Rizzo Marin (Nicolette); el pérfido Leandro de Davide Damiani y la
princesa Clarice, una Lady Dominatrix bien interpretada por Julia Gertseva; el
diablillo Farfarello de Ramaz Chikviladze, muy divertido en su traje de
aviador. El coro de Lorenzo Fratini, que parecía alegrarse muchísimo nos divirtió
también a nosotros. Era un espectáculo para grabarse en dvd para volverse en un
punto de referencia para futuros. Esperamos que pronto lo pongan otras veces más
y que lo graben.
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