Foto: Ashmore
Carlos Rosas
La Royal Opera de Londres revivió la producción del 2004
de Tosca concebida por Jonathan Kent,
quien situó el desarrollo de la trama precisamente entre el 17 y 18 de junio de
1800, para hacerla coincidir con el contexto histórico que marca el libreto de
Puccini, quien a su vez se inspiró en la
obra de Victorien Sardou, en una atmosfera de peligro y desesperación. Los diseños
de la escenografía son de Paul Brown, y
contienen una iglesia iluminada por velas, un oscuro y siniestro estudio con su sala de torturas,
y al fondo la salida del solo en del amanecer de un día poco optimismo. Cada referencia que se hace a detalle tiene
sentido y coherencia dramática. Algunas
referencias, por ejemplo, están relacionadas con la Batalla de Marengo,
ocurrida tan solo unos cuatro días antes del evento visto sobre la escena; o el
sonido de un cañón a la distancia, las campanas de iglesia y los disparos de un
pelotón de fusilamiento durante el Te
deum del primer acto, o la pintura de Cavaradossi, en el estilo de Jacques
Louis David, el Palazzo Farnese, el techo del Castel Sant’Angelo con una enorme
estatua del arcángel Miguel etc. En suma: se trató una producción visualmente sugestiva
atractiva con suficiente espacio para la actuación y movimiento de los artistas.
Adecuados fueron los vestuarios así como el sobresaliente manejo de manejo de iluminación,
que dio un sentido de terror y miedo inminente en todo momento. El elenco vocal fue bastante bueno y homogéneo
comenzando con Roberto Alagna, quien
ofreció un viril y apasionado Cavaradossi, que ya había interpretado en este
teatro en el 2000. La voz del tenor se sintió
cómoda, fluida, sobre todo en los momentos más heroicos del papel resultando
brillante, solida, y colorida, aunque en la interpretación de su última aria, pareció
perder el control. La soprano ucraniana Oksana Dyka, en su debut local, mostró
una voz grande, potente, un poco estridente en la parte alta del registro, pero
de grato color. Su interpretación de Tosca fue en términos generales creíble ya
que fue delicada y afligida, aunque algunos momentos de hiperactividad sobre la
escena, en particular en los pasajes de sufrimiento y dramatismo del personaje parecieron
algo cargados. El barítono Marco
Vratogna quien dio vida a un malévolo y agresivo Scarpia, al que prestó una
robusta voz de penetrante sonoridad.
Correctos estuvieron el resto de los papeles menores, coro y actores que
participaron en la puesta. La orquesta
tuvo un desempeño correcto, a pesar de una no muy precisa y fina conducción de Oleg Caetani, quien por momentos pareció
transcurrir sin un claro sentido de dirección, aun asi la vivacidad de la música
de Puccini siempre funciona y sale adelante.
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