Foto: Nick Koon
El segundo título de esta temporada, después de Falstaff,
que la Ópera de Los Ángeles eligió para presentar en versión concierto en la
sala de Renée and Henry Segerstrom Concert Hall
de Costa Mesa Caifornia, fue Thaïs de
Massenet. Este concierto corresponde al
proyecto “Off Grand” que pretende ofrecer operas de la temporada en otras
poblaciones y fuera de su sede habitual, el teatro de la calle Grand. El elenco vocal fue el mismo que de manera
paralela se presentó en la versión escénica de la obra, y la ventaja de la representación
en concierto, permitió al público concentrarse más en la parte vocal y
orquestal de la pieza, que la cargada producción escénica no permitió. Asimismo,
la acústica de esta sala hizo que la velada fuera emocionante, cargada
de tensión y musicalidad, situación de la que sacaron ventaja todas las fuerzas
musicales en escena. En el papel principal, la soprano Nino Machaidze desplegó todo sus cualidades vocales, en el manejo
de los colores, volumen y agudos, aunque tuvo algunas complicaciones con la
dicción que hizo que su canto fuera claro y fluido. Ayudándose de una partitura en toda la
función, Placido Domingo se metió en
el personaje de un afligido y atormentado Athanaël al que actuó y vivió durante toda la representación. El papel posee
momentos vocales interesantes y muy liricos de los que el cantante supo sacar
provecho cantando con intensidad, su voz se escuchó firme y robusta y corrió
con naturalidad gracias a la notable acústica de la sala. Se puede decir que
Domingo cumplió satisfactoriamente agregando un nuevo papel a su amplio
repertorio, pero que difícilmente será recordado por tratarse de un personaje
plano de poco desenvolvimiento dramático y actoral. El tenor Paul Groves agradó por su
cálido timbre seductor, aunque su presencia en un papel tan corta y de poca
trascendencia pareció más un lujo innecesario. A pesar de lo breve que fueron
sus papeles, merece una mención particular el joven pero muy seguro bajo ruso Valentin
Anikin, quien aportó profundidad, potencia a su voz; así como la
mezzosoprano Milena Kitic, quien como Albine, desplegó sensualidad,
oscuridad y homogeneidad en su canto. Correctos estuvieron el resto de los
cantantes y el coro del teatro. Protagonista
fue la orquesta de la mano de Patrick Fournillier, quien se mostro como
un conocedor de este repertorio, fue un guía del espectáculo, y supo guiar con
seguridad y buen pulso a una orquesta que le respondió en cada momento,
delineando los ritmos más exóticos y musicales de la partitura. RJ
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