Foto: Laurent Guizard
Suzanne Daumann
El director artístico
de unos de los principales teatros de la región de Paris rechazó recientemente
una propuesta argumentando que ese espectáculo “no era para su público” ¿Significa que hay diferentes tipos de públicos
para diferentes tipos de espectáculos en la tierra de la « Égalité »? Un amplio punto de reflexión se abre aquí, demasiado extenso para estas páginas,
pero he podido ver espectáculos en la “provincia” así como en la “capital” y mi
admiración hacia los teatros de provincia crece continuamente por la calidad de
su trabajo, que está hecho con el poco dinero que los teatros de Paris les dejan.
Recientemente la Ópera de Rennes puso Rigoletto, producido por la Opéra de
Monte Carlo, una esplendida producción de claros oscuros que compaginó con la sombría
luminosidad de la obra y que no tiene nada de inferior respecto a las
producciones que uno puede ver en los grandes teatros nacionales, y en el que
un elenco de estrellas ofrece una presentación técnicamente presentación perfecta
que deja un sabor amargo a rutina. La puesta de Jean-Louis Grinda colocó la obra en el tiempo de Verdi, finales del
siglo 19 con trajes de noche, fracs y ropa interior de prostitutas que llevaban
los invitados a la fiesta del duque, y cuando Gilda apareció vestida como
hombre al final, era un mini retrato de Verdi. Marianne Lambert, brillante soprano, encarnó una dulce y fresca
Gilda, inocente. Bravo significa valiente en italiano y ella merece todos sus
bravos por su prestación. Considerando que se anunció que estaba enferma nadie
lo hubiera imaginado. El barítono argentino Víctor Torres con su perfecta voz muy bien manejada para este pequeño
teatro y una autoritaria presencia, fue un fuerte Rigoletto, pero cariñoso con
Gilda, muy irónico con los cortesanos, e inamovible del camino de su
destino. Luciano Botelho, tenor, fue el promiscuo duque de Mantua para quien
el amor no fue más que una posesión. Lamentablemente las semanas y funciones se
mostraron en la poca facilidad de sus agudos, lo que no le quita valor al
encanto de su voz y a su interpretación. El bajo barítono Anatoli Sivko fue un frio y amenazador Sparafucile y la
mezzosoprano Laura Brioli fue una
astuta y vivaz Maddalena. Rudy Sabougny
firmó el simple y efectivo escenario y vestuarios, con paneles de madera frente
a los que encontramos algunas sillas y una pantalla, el palacio del duque. A un
lado de la casa vimos un cielo, techos de tejas, quizás Mantua. Un cielo
nublado realzó la iluminación y los cambiantes colores lo que la música decía,
de Laurent Castaingt. El mismo cielo cubrió el fondo del escenario
y sirvió para representar una tormenta, y la casa de Sparafucile estaba hecha
con bambús. La puesta en escena fue una obra de arte, que nos preparó sutilmente
desde que se alzo la cortina. Sascha
Götzel condujo a la Orchestre Symphonique de Rennes con energía y finura, y
el coro de la Ópera de Rennes dirigido por Gildas
Pungier, estuvo excelente como siempre, preciso y profundo. Bravo para todos en esta presentación en
Rennes!
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