Sunday, September 9, 2018

Pelléas et Mélisande en el Teatro Colón de Buenos Aires


Fotos: Teatro Colón de Buenos Aires

Luis Baietti

Un público aletargado y reducido en número asistió a la presentación de Pelléas et Mélisande en el abono vespertino. El director musical en uno de los finales de acto (la obra se presentó innecesariamente con 2 intervalos, elevando así la duración a proporciones casi wagnerianas con 3h40 de espectáculo) llegó a resentirse de la frialdad de los aplausos del público, que parecía semidormido estimulando con las manos a que elevaran el volumen de los mismos. La verdad es que tanto la ópera, que es bellísima, sutil, híper expresiva, como la versión con una hermosa puesta y un sólido elenco solista, merecían otro tipo de recepción. La ópera de Debussy es un auténtica obra maestra con libreto de gran valía poética, una orquestación de belleza inusitada a la cual Enrique Diemecke y la Orquesta del Colón hicieron honor en una gran ejecución, pero falla en atraer el entusiasmo del público en primer lugar por su estilo contenido y por la línea del canto que es más una sucesión de recitativos musicalizados en los cuales afloran algunas melodías, pero que están muy lejos de llegar al nivel de las arias, dúos, concertantes que es lo que mayoritariamente el público de Opera ambiciona oír. Hay entonces una discordancia entre quienes programan las temporadas del Teatro, que fruncen el ceño ante Operas muy amadas por el público y se han dado el lujo de casi desterrar el bel canto de los programas ( en estos días se puede ver en Luz y Fuerza, Roberto Devereux una de las obras cumbre de Donizetti junto con su hermana  Maria Stuardo, ambas Operas aún no estrenadas en el Colón ) y se sacan el gusto de proponer frecuentes versiones de este título, que ya va por su novena presentación en los abonos . La versión fue visualmente de gran belleza, con un agobiante retrato de la gris existencia en el castillo, rodeado además por una hambruna de la población, que es el marco en el cual se desarrolla el drama. No consiguió liberarse del deseo de introducir el simbolismo del ángel caído, un recurso que parece volverse repetitivo (lo vimos hace poco en el Tristán e Isolda de Barenboim / Kupfer ), que no llegó a molestar, pese a que deformó parcialmente la escena final concebida para ocurrir en las habitaciones del castillo y trasladada aquí inexplicablemente a exteriores. Un momento de gran creatividad de la puesta fue en el tercer acto, donde apartándose de las indicaciones del autor y contrariando el texto situó a  Pelléas et Mélisande en edificios enfrentados , cada uno de ellos en su habitación y los hizo protagonizar una suerte de sexo virtual con el tenor visiblemente masturbándose, y sin embargo lo hizo con tal convicción y consiguió de ambos intérpretes una versión tan intensa, que la escena resultó creíble y conmovedora.
Vocalmente el elenco fue de muy buen nivel, comenzando por las breves interpretaciones de Christian de Marco que como pastor cantó una única frase pero lo hizo con tal fuerza vocal que consiguió sobresalir, de Adriana Mastrangelo en un papel que tiene pocas líneas y nos privó de oír con mayor extensión su bella voz de mezzo, pero en compensación le permitió explayar su elegante expresividad en toda una serie de sutiles contra escenas, de Alejo Laclau un sólido y sobrio médico, y de la niña Marianella Nervi Fadol, cuya vocecita desapareció en varios momentos tras el volumen orquestal. En los papeles centrales, absoluto lucimiento de Lucas Debevec Mayer en impresionante estado vocal y con una fuerza expresiva de gran intensidad que descolló en las escenas finales. Veronica Cangemi tiene una hermosísima voz que maneja con gran musicalidad y expresividad. Es además una gran actriz, lo cual le permitió sumando todo componer una Melisande de gran impacto visual y auditivo, salvo en un par de escenas finales en que a mi juicio se salió bastante del estilo contenido del autor  e incursionó en otros estilos musicales. Es con todo una gran actuación que indica que deberíamos tenerla en nuestros elencos  con mayor frecuencia. David Maze estuvo en total comando de su parte musicalmente, pese a que no posee un gran volumen vocal y en ese sentido se desmereció frente a las gigantescas interpretaciones oídas en el pasado (Van Dam, Baquier, Marc Barrard el deslumbrante  Golaud de hace 11 años en el Colon y Angel Matiello, descomunal barítono argentino que tuvo durante años el monopolio de la parte en el Sodre de Montevideo donde la ópera se representó con relativa frecuencia y contaba con gran receptividad en el público en gran medida gracias a su hipnótica intervención). Actoralmente fue creciendo con el papel desde un comienzo algo inexpresivo hasta alcanzar las cumbres dramáticas de las escenas finales, en las cuales sin embargo yo diría que le faltó estatura trágica. Giuseppe Filianotti  hizo un uso inteligente de su bella voz de tenor, con sus fáciles agudos y de su figura física, ideal para el papel del joven enamorado, y negoció con clase los extremos más graves de una partitura que está concebida para un tipo muy especial de voz a medio camino entre el tenor y el barítono .

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