Foto: Brescia& Amisano
Massimo Viazzo
Esta Ariadne auf Naxos scaligera
será recordada sobre todo por la mayúscula prueba de las dos protagonistas
femeninas: Krassimira Stoyanova y Sabine Devielhe. Stoyanova dominó el papel principal, de la prima
Donna, con voz corpulenta, siembre bien proyectada, timbre bruñido, y
refinadísimo fraseo; mientras que la soprano francesa personificó una
Zerbinetta de antología, segura para afrontar la exigente coloratura, picante,
vivaz y muy nítida en el acento. Desgraciadamente el resto, entre altos y
bajos, no convenció plenamente y por ello de esta Ariadne se puede decir que
fue una ocasión desperdiciada, comenzando por la dirección orquestal de Franz Welser-Möst, un director seguramente preparado,
pero que carece de fantasía agógica y rítmica, y que nunca ha sabido poner a
flote de manera inmediata las voluptuosas melodías de Strauss. El sonido fue solo
correcto, pero para Strauss esto no basta.
Tampoco convenció la dirección actoral de Franz Wake-Walker, ya que la idea de ambientar la opera en una
cámara anecoica, después de un prólogo con caravanas y camerinos estacionados
frente al palacio del aristocrático terrateniente) podría haber sido
interesante, pero el director ingles hubiera tenido que pisar a fondo el
acelerador, sin tener que contentarse solo con el guiño al estilo pop que
afloraba de manera evidente en el estudio de televisión donde se desarrollaba
la trama de Arianna y Baco.
Del resto del elenco se puede destacar también a la
experta Daniela Sindram, como un
compositor en verdad humoral y excitado; y a Markus Werba, un convincente maestro de música, cantado de manera
optima y muy eficaz en cuanto a comunicación. Por su parte no estuvo a punto y tuvo
una emisión comprometida el Arlequín de Thomas
Tatzl como también el Scaramuccio de Krešimir
Spicer. Mejor y mas a sus anchas vocales estuvieron Tobias Kehrer (Truffaldino), Pavel
Kolgatin (Brighella) y sobre todo Joshua
Whitener como un sápido y simpático maestro de baile. El desafiante papel
de Bacco le fue confiado a Michael
Koening que se colocó a la cabeza de manera completamente satisfactoria,
aunque con algun esfuerzo en el registro agudo. Bien afiatadas estuvieron
Najade, Driade y Econo interpretadas respectivamente por Christina Gansch, Anna-Doris
Capitelli y Regula Muehlemann. Finalmente,
el superintendente del teatro Alexander
Pereira, como ya ha hecho en otras ocasiones, personificó con simpatía y
vena de humor al Haushofmeister.
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