Foto: Lynn Lane
Lorena J. Rosas
Houston es otra
de las importantes compañías estadounidenses que está dejando atrás las
producciones escénicas tradicionales para introducir paulatinamente otras más modernas
y atrevidas. Es sabido que el público de
Houston es conservador en cuanto a sus preferencias operísticas, y algunos
montajes que se han visto en este teatro en tiempos recientes, como los cuatro títulos
del Anillo de los Nibelungos de Wagner, por mencionar algunos, han excedido
ciertos limites del gusto y la tolerancia del público local, sin que el teatro
obtenga una recompensa palpable, mas allá de ahuyentar a muchos, que optan por
no regresar a su butaca después de los intervalos. El concepto escénico del
director danés Kasper Holten, coproducción
con diversos teatros europeos como el Covent Garden de Londres, es precisamente
uno de esos que no dejan un buen sabor de boca al final. Tiene pocos momentos
vistosos, ya que todo se desarrolla en un ambiente oscuro, lúgubre y con proyecciones
de video sobre el escenario. La acción ocurre en una especie de cubo de dos
pisos que gira en cada escena, ideado por Es
Devlin. El problema parece estar en
la dirección escénica, por el exagerado libido sexual de Don Giovanni, y la
manera como se aborda el humor, con actuación muy cargada, cuyo objetivo parece
ser el de provocar o incomodar al espectador. Holten estira demasiado la liga,
al punto que ciertos gags, sobre todo en actitudes que hacia las interpretes
femeninas pasan de ser divertidas a ofensivas. El bajo-barítono Ryan McKinny debutó a Don Giovanni, papel para el cual no me parece
que sea un convincente o ideal interprete, ni por físico, y menos por voz, que
por momentos palidecía en la masa orquestal, y por sus constantes y desenfrenados
movimientos escénicos. El barítono
italiano Paolo Bordogna derrochó en
escena las tablas que posee para interpretar a este tipo de personajes con comicidad
natural. Su Leporello fue cantado con
firmeza y actuado con gracia. Melody
Moore mostró un consistente desempeño escénico como Donna Elvira, pero a su
canto le faltó mayor sutileza y distinción. Ailyn Pérez fue una apasionada Donna Anna de buena presencia que encantó
con el manejo virtuoso y musical de su voz. El resto del elenco cumplió
correctamente en sus intervenciones: Ben
Bliss como un endeble Don Ottavio, Daniel
Noyola y Dorothy Gal como la
juvenil y jovial pareja de Masseto y Zerlina; y el bajo-barítono Kristinn
Sigmundsson como el
Comendador. Al frente de la orquesta estuvo el maestro
Cristian
Măcelaru, al que se le escaparon muchas
sutilezas de la música de Mozart, su lectura fue por momentos apresurada, pero
en términos generales fue adecuado su cometido. Una mención para el buen
trabajo del coro que respondió cada vez que fue requerido.
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