Thursday, May 23, 2019

Ariodante de Handel - Lyric Opera de Chicago


Fotos: Cory Weaver

Ramón Jacques  

Esta fue la primera representación de Ariodante de Handel en la Ópera Lírica de Chicago. Por un lado, es encomiable que los teatros busquen ampliar su repertorio incorporando obras desconocidas por su público, pero, por otro lado, es cuestionable que la programación este dictada por las producciones escénicas disponibles, que por el valor musical y vocal de la obra misma. Con el montaje del director escénico Richard Jones con escenografías del diseñador ULTZ, una coproducción realizada entre Chicago y el festival francés de Aix-en-Provence, parece que este teatro busca subirse inecesariamente al tren de las producciones de ‘vanguardia’ o ‘populares’ en Europa, en contra de su esencia de ofrecer producciones opulentas y tradicionales.  Aquí la obra se situó en Escocia en los años 60, y toda la acción se desarrolló dentro de una cabaña con varias habitaciones, vestuarios poco atractivos y burdos en su diseño, personajes representados también por marionetas, o por citar un ejemplo; ver a Polinesio como un pervertido cura con tatuajes y jeans bajo la sotana, forma parte de en una innumerable lista de situaciones sin coherencia, invasivas, y provocativas en las que era difícil establecer un vínculo con la historia. Francamente una puesta escénica para el olvido. Afortunadamente, Handel sobresale ante todo por la vivacidad de su música y sus arias, y esa es la impronta que permaneció en la memoria del que asistió al espectáculo. Una baja sensible fue la cancelación por enfermedad de la mezzosoprano Alice Coote en el papel estelar, y aunque su remplazante Julie Miller sacó adelante la función, su desempeño actoral y vocal estuvo en línea con la palidez y la frialdad del escenario. La soprano Brenda Rae se ganó la función regalando una sensible Ginevra de encomiable agilidad vocal, segura en los agudos y la proyección, y por su grata musicalidad. El contratenor Iestyn Davies, sobreactuó a Polinessio, porque la dirección así lo requería, y aunque no posee un color agraciado en su timbre, su rodaje en este repertorio fue evidente. Heidi Stober fue una correcta Dalinda, cantada de manera ligera y sutil, pero por momentos carente de proyección. Sorprendió el tenor, Eric Ferring como Lucarnio, por la osadía y la soltura con la que cantó, poco común  en un artista del estudio, y en un personaje secundario. Kyle Ketelsen, normalmente una figura descollante cada vez que canta, aquí como el Rey de Escocia  se notó disminuido en apariencia y en canto.Lo mejor se originó en foso, de la mano de Harry Bicket que dirigió con claridad y brío, a una orquesta reforzada con: clavecín, tiorba; que emitió un sonido sonido limpio firme y vertiginoso.



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