Foto: Marco Borggreve
Ramón
Jacques
Juditha triumphans
devicta Holofernis barbarie el ‘oratorio sagrado militar’ estrenado en Venecia en 1716 y titulado así
por Antonio Vivaldi, en la actualidad la única de sus obras de este género cuyo
manuscrito siempre permaneció completo, tuvo su estrenó en la Ópera Nacional de Ámsterdam. Escenificar oratorios no es tarea fácil, ya que sus
historias sueles ser abstractas, repletas de alegorías y metáforas que complican
establecer el lugar y tiempo en el que se sitúan; pero este es algo que este
teatro ha hecho con éxito en el pasado con títulos como Hércules, Gurre-Lieder, Jephtha y Das
Floß der Medusa. Del montaje se encargó
el joven director neerlandés Floris Visser,
quien, inspirado en el carácter militarista y disuasivo del coro inicial, plasmó
su idea en un montaje interesante y atractivo, situándolo en un pueblo italiano
durante la Segunda Guerra mundial. La escenografía consistió en una plataforma
giratoria, donde se ubicaba la cúpula destruida y bombardeada de una iglesia. La
intención de Visser fue la de mostrar el horror de la guerra, el robo de obras
de arte; y cuadros de pintores como: Giorgione, Caravaggio y Gentileschi, quienes
se inspiraron en la historia de Juditha que sedujo y decapitó al general asirio
Holofernes, quien aquí representaba la figura de Rommel. El trabajo escénico fue
realizado con cuidada y detallada sutileza, evitando la violencia y la exageración,
nunca invasiva de la parte musical sino complementaria de la misma. Fue un lujo
contar en el foso con Andrea Marcon,
considerado un especialista en Vivaldi, quien dirigió a su propia orquesta La
Cetra Barockorchester Basel, agrupación musical de instrumentos antiguos, cuya
sede es la ópera de Basilea en Suiza; que aquí brindó una ejecución superlativa
resaltando la variedad tímbrica de la partitura, con ligereza y dinámica,
gracias a la riqueza y homogeneidad de instrumentos, particularmente de sus
cuerdas. El coro de la ópera neerlandesa, tan fundamental en esta obra, mostró
un buen nivel. La mezzosoprano francesa Gaëlle Arquez, se distinguió por el porte escénico y la elegancia vocal con la que interpretó
al papel de Juditha. Su canto fue conmovedor, comunicativo, y pleno de intención. A su ‘Quanto magis generosa’ lo ubicaría como
uno de los pasajes más memorables que recuerdo haber escuchado yo en mucho
tiempo. Teresa
Iervolino, contralto de canto oscuro y consistente recreó un autoritario
Holofornes. Por su parte, la contralto Francesca
Ascioti, fascinó por la agilidad y la elasticidad pirotécnica con la que manejó
la voz dando vida al personaje de Ozias, y la mezzosoprano rusa Vasilisa Berzhanskaya fue un convincente
y provocador Vagaus de precisa coloratura y abrillantado timbre. Correctos
estuvieron los demás cantantes del elenco.
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