Ramón Jacques
La CLAVIS, casa productora romana que se dedica a la música antigua, presentó a finales del 2010 un magnifico CD en el que por primera vez en tiempos modernos se reconstruyó la versión litúrgica de las Vísperas de Santa Cecilia, con obras de maestros toscanos y sicilianos del siglo XVII, con especial atención al compositor de Lucca, Francesco Maria Stiava. Quien realizó este redescubrimiento fue Federico Bardazzi, director del Ensemble San Felice de Florencia, dando una voz al muy profundo trabajo del musicólogo de la Universidad de Palermo, Giuseppe Collisani, profesor que unió las partes separadas en una partitura completa de los "Salmi concertati a cinque voci con violini obbligati e ripieni a beneplacito" (Bologna, P.M Monti 1694) de Stiava. Pero ¿ Como surgió esta vinculación Toscana-Sicilia? Francesco Maria Stiava, nacido en Lucca en una familia de músicos, vivió buena parte de su vida en Messina, que en el siglo XVII era con Palermo, la ciudad más importante de Sicilia, y parte del Reino de España, donde fue el organista de la capilla real. Sus obras, como explica Bardazzi en el libreto del CD, se ponen en el cuadro de aquel "barroco colosal" que se difundió desde Venecia hasta todas las capillas de los diversos reinos que a la época componían la península italiana. De Stiava fueron elegidos tres Salmos: "Dixit Dominus", "Laetatus sum" e "Magnificat". Los fragmentos vocales que completan la liturgia de las Vísperas fueron elegidos entre algunos cantos gregorianos y otras obras de autores sicilianos como: Giovan Pietro Flaccomio (Antifona "Cantantibus organis Caecilia Domino") y Vincenzo D'Elia (Hymnus "Iesu corona Virginum"). La liturgia de las Vísperas preveía también la presencia de fragmentos instrumentales, según la practica barroca, y para ello, Bardazzi eligió dos obras de otros dos compositores toscanos: Giovanni Pietro Franchi (también vinculado a Sicilia en calidad de "maestro di cappella" del príncipe Domenico Spadafora, de Messina), cuya "Sonata V a due violini e basso" se grabó en ese CD, y Gioseffo Guami, cuya presencia se dio con su canción "L'Accorta". Esa reconstrucción se presenta vestida de un traje muy variado y rico, desde el punto de vista instrumental y sobre todo del vocal, en el que resultó muy emocionante.
Ante todo hay que señalar al imponente coro formado por los solistas, que se alternaron a la vez con los muchos papeles de los solos en los Salmos de Stiava y en los otros fragmentos polifónicos que comprenden algunos de los nombres más notables de la música antigua y vocal de Italia. Entre los que se encuentra: Pamela Lucciarini, soprano; Massimo Crispi, tenor; Giovanni Guerini, bajo, que solos ya aseguran el éxito de la operación; además un trío de contra tenores uno mejor que el otro: Francesco Ghelardini, Giovanni Duci y Antonio Giovannini, y una muy buena y joven Giulia Peri, una soprano que canta en todas las obras y cuyos fraseos y voz resplandeciente son la novedad inesperada y el inicio de una carrera brillante, así esperamos. Hacer una lista de todos sería necesario porque un ensemble vocal como ese no es fácil de reunir y al escucharlo resultó ser de un nivel muy alto, pero razones de espacio no nos lo permiten. Esta es es la característica principal de las voces italianas, llenas, sonoras, carnales, y con un cuerpo como si fueran sólidas. La realización del canto gregoriano fue entregada a las voces femeninas, porque el la practica de la época lo cantaban los "pueri cantores", un coro de niños. La interpretación que Bardazzi logró de las voces agudas de su ensemble vocal fue de una luminosidad totalmente nueva en la ejecución del gregoriano: ese canto parece aquí una cosa, casi celestial, con afinación perfecta y suavidad vocal, mientras que los versos latinos se desarrollaron sin obstáculos y sin aburrimiento como podría ocurrir en otras ejecuciones similares. Esa lectura de un canto gregoriano rico y vivaz, que por fin resulta también barroco, se mostró absolutamente introductoria de la exuberante escritura barroca de las obras de Stiava, pidiendo una gran virtuosidad vocal de todos los interpretes, como en los fragmentos: "Fecit potentiam" del "Magnificat", magníficamente cantado por Guerini, o en el "Tecum principium", dúo de Crispi y Lucciarini, voces luminosas y ágiles del "Dixit Dominus", o "Jerusalem" de "Laetatus sum", con un magnifico solo de Giulia Peri. El reparto instrumental, con el concertino Fabrizio Cipriani, compendió una gran variedad de instrumentos: cuerdas, tiorba, cornetas, trombones, tímpanos, clavecín y órgano positivo. La fusión con las voces fue sobresaliente y la ejecución de la Sonata V de Franchi resultó muy fascinante, con una búsqueda de fraseos y sonidos esencialmente revueltos en la búsqueda de la espiritualidad también en la música instrumental, pues en una dimensión estética muy carnal. Eso es lo que sale escuchando este CD: el concepto de la ejecución de la música sacra italiana del siglo XVII absolutamente pasional y con participación, distante años siderales de una lectura diáfana y aséptica típica del norte de Europa. El sol del Mediterráneo parece aclarar, con todas sus gamas, cada fragmento de esa grabación que esperamos se difunda como merece, cuando los italianos lo hacen, lo hacen bien. El único pecado: el montaje tuvo que ser muy de prisa, porque de vez en cuando se escuchan en los puntos de unión, unos ecos de los fragmentos precedentes, quizás porque la iglesia donde se hizo el CD tenía demasiada resonancia, pero son solo detalles.
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