Joel Poblete Morales
Desde su inauguración a fines de agosto pasado, el moderno Teatro Municipal de Las Condes se ha convertido en una nueva y atractiva alternativa para apreciar buenos conciertos y espectáculos musicales y teatrales en la cartelera de Santiago de Chile. Con una capacidad de 800 espectadores, cómodas butacas y una lograda acústica, el recinto está ubicado en el corazón de la comuna de Las Condes, una de las más dinámicas y que cuenta con mayores recursos económicos de la capital chilena. Por este flamante escenario han desfilado desde una nueva -y algo decepcionante- versión del musical My fair lady hasta un excelente concierto barroco dirigido por Gabriel Garrido, pasando por la espléndida Ute Lemper, presentaciones del Ballet de Santiago y una obra de teatro dirigida por el prestigioso cineasta Raúl Ruiz. La variedad de espectáculos también se ha ampliado a la ópera, aunque sea en versión de concierto, como en una presentación en diciembre que se convirtió en un hito de la temporada musical 2010, en cuya primera parte se ofrecieron sublimes interpretaciones de exigentes piezas de Strauss y Wagner, y en la segunda toda una novedad: el rescate parcial de una ópera chilena que estuvo perdida durante décadas. La gran figura lírica al centro de estas funciones estaba destinada a ser la soprano chilena Angela Marambio, quien a lo largo de una década ha desarrollado una ascendente carrera que tras su sólida participación en concursos como el Francisco Viñas y el Singer of the World de Cardiff, le ha permitido cantar en cotizadas plazas como el MET de Nueva York, el Maggio Musicale Fiorentino, el Covent Garden de Londres, La Bastilla de París y La Scala de Milán. Y por si cabían dudas de que la estrella de estas veladas sería ella, el concierto -producido por la Fundación Teatro a Mil, los mismos responsables de la histórica visita del Teatro San Carlo de Nápoles, se había denominado “Angela Marambio es Inés de Suárez”, porque la noticia estelar para los melómanos locales era la “resurrección”, casi siete décadas después de su debut, de la ópera Inés de Suárez, del italiano Elio Piatelli, estrenada en el Teatro Municipal de Santiago en 1941 y que luego se había creído perdida hasta que recientemente se encontró la partitura para canto y piano, la que ha sido reorquestada por el compositor chileno Andrés Maupoint. Pero por sobre Marambio y sus evidentes dotes vocales e interpretativas, el gran “héroe” de estos conciertos fue el director Rodolfo Fischer. Ya a estas alturas no debería ser una sorpresa: a lo largo de los años este artista, actualmente radicado en Suiza, nos ha deleitado en Santiago con hermosas versiones de piezas de compositores tan diversos como Mozart, Puccini, Stravinsky y Mahler, y también hemos apreciado su talento en presentaciones fuera de las fronteras chilenas, como una maravillosa Ariadna en Naxos de Strauss con la Camerata Bariloche en el Teatro Avenida de Buenos Aires, en 2004.
Al frente de una Orquesta Sinfónica de Chile en verdadero estado de gracia, Fischer inició el concierto precisamente con el genial compositor alemán y su El caballero de la rosa, que justo en estos días conmemora su primer centenario; con sensibilidad y precisión, el director ofreció lecturas verdaderamente evocadoras y diáfanas del preludio de la ópera, el bello dúo de la presentación de la rosa y el siempre efectivo y extático trío final. Además de Marambio, en estos fragmentos intervinieron muy acertadamente la soprano Claudia Pereira y la contralto Evelyn Ramírez. A continuación fue el turno del Tristán e Isolda de Wagner, con una arrebatadora versión del preludio y una conmovedora “Muerte de amor” en la que Marambio, quien ha manifestado en distintas ocasiones que su gran sueño a futuro es cantar Wagner, demostró que tiene las condiciones, aunque aún debe esperar el momento oportuno. Fischer no sólo supo reflejar toda la belleza y complejidad de las partituras straussianas y wagnerianas, sino además extraer lo mejor de la orquesta y solistas en los números escogidos para el regreso de Inés de Suárez; estas veladas eran sólo un avance en el contexto del Bicentenario de Chile, pues se supone que la ópera completa será presentada, ahora con producción escénica, en una fecha por definir de este 2011. Considerando el escaso número de óperas chilenas que han llegado a representarse en escena y que prácticamente ninguna ha logrado mantenerse en el repertorio y menos destacar más allá de las fronteras locales, había mucha expectativa entre público y expertos por conocer esta obra, además porque su historia estaba protagonizada por personajes reales: el militar español que conquistó Chile y combatió a los indígenas mapuches en el siglo XVI, Pedro de Valdivia, y su mujer, la aguerrida Inés de Suárez. Originalmente la ópera fue escrita en italiano, por ser el idioma original del compositor, pero considerando su argumento y el espacio geográfico donde transcurre, el trabajo de “restauración” incluyó la traducción al castellano del texto, a cargo del maestro uruguayo (y tradicional apuntador de las temporadas líricas del Municipal de Santiago) Fernando Puigross; y en su ecléctico estilo y lenguaje musical, completamente tonal y ajeno a rupturismos, pueden percibirse claramente las influencias del verismo y las corrientes germanas de fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Es así como a través del loable trabajo de orquestación de Maupoint, y en total sintonía con la primera parte del concierto, aparecieron frecuentes y reconocibles ecos de Strauss y Wagner, pero también Puccini. Muy bien acompañada por un grupo de solistas masculinos entre los cuales destacó una vez más el siempre sólido barítono Patricio Sabaté como Pedro de Valdivia, Marambio continuó luciendo su particular y cálido timbre y la voluminosa voz, que no siempre puede controlar del todo, como ocurrió en el curioso número escogido para cerrar el concierto, la famosa aria “La mamma morta”, del Andrea Chenier de Giordano. Sobre Inés de Suárez, para ser justos deberíamos analizar la ópera en su conjunto y no sólo por los fragmentos ofrecidos, pero de todos modos si bien hay que decir que se trata de una partitura con evidentes aciertos y algunos momentos muy logrados en lo musical, tampoco parece ser una obra maestra o el “eslabón perdido” que la música chilena estaba esperando… y mejor ni hablar de su libreto y el algo aletargado ritmo teatral y dramático. De todos modos, démosle el beneficio de la duda y mejor analicemos cuando podamos verla completa. Por ahora, este concierto quedará en la memoria como un bello recuerdo no tanto por haber conocido a esta “reliquia” lírica nacional, sino por sobre todo gracias a las inolvidables versiones de Strauss y Wagner ofrecidas por Fischer, la Sinfónica y las solistas vocales. No por nada, por su desempeño en estas funciones, el director fue escogido como lo mejor en Música Nacional 2010 por el Círculo de Críticos de Arte de Chile.
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