Tuesday, May 17, 2011

Carmen en el Teatro Real con la Compañía de Antonio Gades

Foto: Antonio Gades / Carmen


Alicia Perris

ANTONIO GADES TODAVÍA ALIENTA EN LA ELEGANCIA Y EL EROS DE SU COMPAÑÍA



Teatro Real. Compañía Antonio Gades. Directora artística: Stella Arauzo. Carmen. Ballet inspirado en la obra homónima de Prosper Mérimée. Estreno absoluto en el Théâtre de Paris el 17 de mayo de 1983. Argumento, coreografía y dirección Antonio Gades y Carlos Saura. Música: Antonio Gades, Antonio Solera, Ricardo Freire, Georges Bizet (Carmen), Manuel Penella (El gato montés) y José Ortega Heredia/Federico García Lorca (Verde que te quiero verde). Reparto: Vanesa Vento, Carmen. Ángel Gil, Don José. Jairo Rodríguez, torero. Joaquín Mulero, marido y cuerpo de baile. Viernes 13 de mayo de 2011.


Antonio Gades fue uno de los grandes bailarines españoles y un coreógrafo único, con un espíritu universalista y cosmopolita, a pesar de su cultivo cuidadoso de lo típicamente hispano. Ahora pervive en la Fundación que lleva su nombre y en el esfuerzo de unos artistas que siguen fieles a su capacidad de trabajo y a su talento. Cumpliría ya 75 años y el Teatro Real no ha querido desaprovechar la oportunidad de rendirle un homenaje, merecido recuerdo para quien alentara ballets como Bodas de sangre, Suite flamenca, Fuenteovejuna y Carmen. Las representaciones están arropadas con otros eventos como charlas, documentales, exposiciones y la grabación en DVD y 3D de las representaciones. “Todo por el genio”, piensan en el Real. Habiendo visto bailar a Gades en su día con cristina Hoyos , con aquel ritmo y ese sentimiento tan suyos que impregnaban la música y la danza de duende, podía temerse que el ballet ahora recordado no estuviese a la altura de lo que fue en el pasado. Pero el sonido de las palmas, el taconeo, la cadencia de la mujer enamorada y el espíritu macho y recio de los hombres que sucesivamente la pretenden, traen los ecos de antiguos fulgores conocidos. Carmen es la tercera composición del coreógrafo, que vio la luz dos años después de Bodas de sangre, en una colaboración genial que unió el portentoso ahínco del cineasta Carlos Saura y Gades en otro proyecto impresionante. Pero también se traduce en la apropiación, legítima, de la tradición cultural española, de una figura que se ha convertido en arquetípica, quintaesencia de la mujer que lucha por su libertad y no quiere nunca por mandato. El amor dura lo que dura y es soñador y volátil. Y la protagonista borda esas emociones profundas, raciales y femeninas con una entrega y un arrebato conmovedores. “Carmen se la llevó Merimée a Francia, pero nosotros la hemos vuelto a traer a España…Es curioso que este personaje, la española por antonomasia…sea una invención francesa”, explicaba Gades de su obra. Y también: “Hice Carmen porque no me gustaba esa imagen estereotipada y falsa que tiene… Fue una incomprendida que en 1837, cuando se escribió la obra, escandalizó a los puritanos y a los que no podían ver que ella representaba la verdadera emancipación de la mujer”. Genial la Carmen de Vanesa Vento y el Don José de Ángel Gil. Correcto el torero que recuerda una de las aficiones más populares de España, aunque no compartida por todos, porque algunos pensamos que no puede –no debe- haber fiesta en una ceremonia ni en ritual de muerte. No hay animal más bello, y el toro es uno de ellos, que el animal vivo. A pesar de la difusión de este espectáculo taurino en el corazón del ballet, Carmen va más allá de las fronteras de una plaza de toros para convertirse en un estudio psicológico del ser humano y sus afanes amorosos. La condición de la mujer y su erotismo, desbordan la música, las letras que cantan cada función los gitanos que acompañan con palmas y bailes. Todos, unos bailarines prodigiosos, disciplinados, rigurosos, pero apasionados, a la altura. No desentona nada. Las primeras escenas de la obra, un cuerpo de baile que hace de un calentamiento inicial una trayectoria poética que va en un crescendo poderoso hasta el final de novela, lleno de fuerza. Enorme danza ésta, plena de sobresaltos y quejíos. La muerte y el amor de nuevo juntos, relampagueando como el acero de los cuchillos, buscando un hueco para herir. Para completar el ceremonial. Para llevar a cabo el sacrificio. El público aplaudió mucho y bien y la Compañía de Antonio Gades, siempre presente en el recuerdo, se arrancó con unas propinas que redondearon un espectáculo de lujo. Inesperado regalo para los sentidos y para el alma. Un homenaje obligado y agradecido para el Maestro.

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