Foto: Ballet Real de Suecia.
Alicia Perris
Tableau perdu. Coreografía y escenografía: Christian Spuck. Diseño de vestuario: Emma Ryott. Música: Sinfonía italiana de Félix Mendelssohn. Rättika. Coreografía: Mats Ek. Escenografía y vestuario: Mylla Ek. Música: Concierto para violín en re mayor de Johannes Brahms. 29 de abril de 2011. Teatros del Canal. Madrid.
Tableau perdu es un inmenso fresco, que da riqueza al escenario de los Teatros del Canal, en una fecha- la del estreno- coincidente con el Día internacional de la danza, oportunidad que aprovechó la institución que dirige Albert Boadella para abrir sus puertas al público, desvelando parte de los secretos con los que fantasean los habituales de las representaciones. Uno de los más antiguos del mundo y con más de doscientos años de historia, el Ballet Real de Suecia comienza una tournée en Madrid, que proseguirá a continuación en Gijón, Pamplona, San Sebastián y Valladolid. En 1773 el rey Gustavo III crea esta compañía, atrayendo además a Estocolmo, las mejores figuras de la danza internacional del momento. Se trata en la actualidad de un conjunto de 68 bailarines de los cuales vinieron a España 45. Fuertes y ágiles y robustas las chicas, capaces de sostener y elevar a sus compañeros, masculinos y buenos mozos ellos, llenos de una prestancia que demuestra “savoir faire”, solera y estilo. Con un vestuario que hace soñar, a mitad de camino entre la corte de Felipe II (por el negro, el almidón y las golillas) y los fracs del siglo XIX a lo Alejandro Dumas, se trata de una lección magistral de ballet clásico en la base de la propuestas, engalanado con una puesta al día sugerente y fascinante. Como dice su coreógrafo, Christian Spuck, “trato de crear una ilusión de “ballet clásico” utilizando tutus de tul y zapatillas de punta a modo de cita. Aunque a veces las líneas puras del siglo dieciocho se desmoronan”. Elegante y emocional cuerpo de baile donde todos y todas son primeras figuras y eso es raro, los bailarines demuestran una técnica depurada que funciona como un delicado instrumento de relojería, aunque sin que esto vaya en detrimento de la expresividad y la calidez del proyecto. La música da perfectamente pie a una coreografía que se despliega con rapidez y ligereza, en un revuelo de “puntas”, pas de deux, battements y corros que se hacen y se deshacen creando una sensación única de ingravidez y levedad. Mendelssohn consigue la ilusión de hacer flotar a los bailarines y éstos le prestan un hálito de nobleza y alegría desbordantes. Mats Ek, bailarín y coreógrafo de la segunda propuesta con el soporte de la música de Brahms, participó como bailarín en el Cullberg Ballet (fundado por su madre), del que llegó a ser director. Dirigió varias creaciones como Don Juan, Andrómaca, El mercader de Venecia y A dream play para el teatro real de Arte Dramático de Estocolmo y ha estado casi siempre vinculado a la danza de Suecia. De la partitura de Brahms que utilizó para Rättika, explicó: “es una música llena de vigor, que reafirma la vida sin ser romántica…Mi intención fue crear una versión concertante, una lectura totalmente coreográfica de la música”. El espectáculo, de una aproximadamente una hora, consiguió una demostración de disciplina, destreza y capacidad de recrear un territorio de sentimientos y fantasías en un público que aplaudió entusiasmado a cada uno de los bailarines del Ballet Real de Suecia. Fue una velada entusiasta y preciosista. Muy bella.
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