Wednesday, February 13, 2019

Brillante Arabella en Múnich


Fotos:  © Wilfried Hösl

Gustavo Gabriel Otero
Twitter: @GazetaLyrica

Múnich (Alemania), 14/01/2019. Bayerische Staatsoper. Richard Strauss: Arabella. Ópera en tres actos. Libreto de Hugo von Hofmannsthal. Andreas Dresen, dirección escénica. Mathias Fischer-Dieskau, escenografía. Sabine Greunig, vestuario. Rainer Karlitschek, dramaturgia. Michael Bauer, iluminación. Anja Harteros (Arabella), Michael Volle (Mandryka), Hanna-Elisabeth Müller (Zdenka), Daniel Behle (Matteo), Kurt Rydl (Conde Waldner), Doris Soffel (Adelaide), Sofia Fomina (La Fiakermilli), Heike Grötzinger (La adivina), Dean Power (Elemer), Sean Michael Plumb (Dominik), Callum Thorpe (Lamoral), Niklas Mallmann (Camarero), Bastian Beyer (Welko), Vedran Lovric (Djura) y Niklas Mallmann (Jankel). Orquesta y Coro de la Ópera Estatal de Baviera. Director del Coro: Sören Eckhoff. Dirección Musical: Constantin Trinks.

Menos apreciada que otras composiciones de la dupla Strauss - von Hofmannsthal la otoñal Arabella posee grandes momentos musicales y una trama simpática que la hacen un muy buen producto operístico pero que necesita una gran protagonista. En este caso se contó sin dudas con una gran protagonista: Anja Harteros. La soprano alemana, nacida en 1972, descolló en un rol que no guarda secretos para ella y que encara con total naturalidad; Harteros fue una Arabella plena de juventud, romanticismo y seducción. Centro de la acción en todo momento en los que permaneció en el escenario genera un natural magnetismo por sus gestos, sus miradas y su compenetración actoral pero, naturalmente, también por su exquisita línea de canto, sus brillantes agudos y sus medias voces perfectas. Sus filados encandilan pero también la homogeneidad del registro y su personal sonido que, como buena straussiana, parece flotar etéreo dentro de un fraseo conmovedor.
El Mandryka del barítono Michael Volle a la par de calidad vocal ofreció un personaje de natural simpatía y a la vez con la necesaria rusticidad. Los dos personajes principales se complementaron con la notable soprano alemana Hanna-Elisabeth Múller que fue Zdenka / Zdenko. 
De perfecta emisión y cálido timbre dio el tinte adecuado a cada una de sus intervenciones ya sea como varón o como mujer. Como Matteo el tenor Daniel Behle no defraudó en una parte de gran dificultad que el artista superó holgadamente. Los veteranos Kurt Rydl (Conde Waldner) y Doris Soffel (Adelaide) dieron muestra de su calidad tanto vocal como escénica. Con alguna rispidez en el registro más alto de la partitura el tenor Dean Power fue Elemer, mientras que los otros pretendientes fueron encarnados con seguridad por Sean Michael Plumb (Dominik) y Callum Thorpe (Lamoral). Brillante la Fiakermilli de la soprano Sofía Fomina, sin nada que reprochar a la Adivina de Heike Grötzinger y correcto el resto del elenco así como el Coro en su breve prestación. En el podio Constantin Trinks ofreció una versión en la que todos los matices y los estados de ánimo de la partitura fueron delicadamente puestos en valor, así como cuidó el balance entre foso y escena. La Orquesta lo siguió con excelencia en todo momento asegurando tanto el brillo sinfónico típico de Richard Strauss como el necesario lugar a las voces. La puesta de Andreas Dresen, original de julio de 2015, tiene las necesarias dosis de modernidad y apego al texto que la hace singularmente atractiva. 
La acción se traslada a la década del estreno de la obra, o sea a los años 30 del siglo XX, cada gesto es medido y coherente resaltando la credibilidad y la inteligibilidad de la acción. Hasta la decisión de convertir el baile de Fiakermilli en una especie de orgía -con figurantes en claras alusiones sexuales- es perfectamente coherente con el clima centroeuropeo de entreguerras. De gran impacto la escena final con Arabella arrojando el vaso de agua a la cara de Mandryka en lugar de dárselo y el ascenso de ambos por la gran escalera. La escenografía de Mathias Fischer-Dieskau es sencilla y funcional: una monumental escalera doble blanca, en algún aspecto tributaria de las ideas de la Bauhaus, que, escenario giratorio mediante, cambia de perspectiva. En el primero quedará casi escondida mostrando un interior sin mayores pretensiones. Mientras que en el segundo y en el tercero se muestra en toda su potencialidad y giros mediante mutará la perspectiva para realzar distintos momentos de esos actos. El vestuario de Sabine Greunig en perfecto estilo con la época siempre resalta la elegancia de la protagonista. Mientras que da la nota de color necesaria ante el blanco de las monumentales escaleras jugando con el rojo y el negro de los trajes y el brillo de Arabella en blanco y azul. Perfecta la iluminación de Michael Bauer, que crea los distintos climas que necesita la obra.

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