Monday, February 11, 2019

Rodelinda en Lille, Francia


Foto: Simon Gosselin

Ramón Jacques

La Ópera de Lille inició una nueva temporada con Rodelinda, considerada como una de las obras liricas más importantes de Handel, a la par de Tolomeo y Julio Cesar, y que forma parte del ciclo y exploración de obras de este compositor que está llevando a cabo en este escenario la directora musical Emmanuelle Haïm. La puesta en escena fue de Jean Bellorini, quien además de la dirección escénica, se encargó de las escenografías y de la iluminación. En la ingeniosa idea de Bellorini, la historia es vista a través de los ojos de un niño, Flavio, hijo de Rodelinda, quien es el eje de la acción apareciendo constantemente en escena observando como los personajes y la acción se desarrolla en las habitaciones en miniatura dentro de una casa de muñecas, con imágenes y proyecciones al fondo del escenario, particularmente de la cara del niño. La escena se lleva a cabo en la oscuridad, mientras que un fulgurante rayo de luz, y por momentos un cuadro de luz neón, ilumina a los solistas en cada una de sus intervenciones creando escenas visualmente muy artísticas y cargadas de dramatismo. Rodelinda fue interpretada por la soprano trinitaria Jeanine De Bique, quien sobresalió en su desempeño escénico dando profundidad al personaje. En su canto exhibió un timbre brillante, ágil, ligero con el que transmitió diversas emociones y un efecto melancólico a sus arias. El contratenor Tim Mead mostró solvencia en la voz y el manejo de la coloratura, así como una correcta actuación; de igual manera Jakub Józef Orliński el otro contratenor del elenco, cantó con un penetrante registro alto, aunque escénicamente sobreactuó forzando demás su parte. La contralto Avery Amereu, fue una maliciosa Eduige, de timbre oscuro, potente y de buena proyección. Cumplieron con sus papeles el bajo Andrea Mastroni como Garibaldo y el tenor Benjamin Hulett como Griomaldo. En el foso Emmanuelle Haïm, dirigiendo con autoridad y entusiasmo a su agrupación de instrumentos antiguos, Le Concert d’Astrée, ofreció una grata lectura poética cargada de fuerza musical, emotividad y adecuada dinámica.



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