Ramón Jacques
La nueva dirección de la Scala se propone recuperar
títulos conocidos; pocas veces vistos o nunca representados en este escenario,
como en esta ocasión fue La Finta Giardinera, ópera que Mozart
compusiera siendo muy joven, y cuyo libreto está basado en una obra de Goldoni,
el principal representante de la tradición italiana de la Commedia dell’arte.
La ópera describe de una manera enredada y jocosa, las diferentes maneras que los
personajes entienden el amor: con amantes que engañan a sus parejas, pruebas de
fidelidad, celos y malentendidos que al final se resuelven. Eso lo que viven
los personajes de esta obra, temas que Mozart y Daponte abordaron
posteriormente en su trilogía. Frederic
Wake-Walker, vía el festival ingles de Glynbourne trajo su propuesta
escénica situada en salón de un antiguo castillo, que se convierte en un jardín
y en un laberinto, donde se desarrolló la actuación. Al inicio los personajes
se movían como marionetas o muñecos mecánicos, y posteriormente actuaban siendo
ellos mismos, como una manera de representar las diferentes caras que puede
mostrar una persona y su transformación, visto desde un punto de vista
simplista nada complicado o profundo. Al final los personajes terminan rompiendo
los sets, creando situaciones cómicas, en ningún momento forzadas, dentro del
espíritu jocoso que tiene el montaje. Aquí se mostraron varias parejas: la de Sandrina-Belfiore
interpretada por Hanna-Elizabeth Müller
y
el tenor Bernard Richter, la de Arminda-Ramiro de Anette Fritsch y Lucia Cirillo, y la de Serpetta-Nardo con Giulia Semenzato y Mattia
Olivieri, y el tenor Krešimir Špicer
dio vida a Don Anchise, o Il Podestà. El elenco tuvo un correcto desempeño
escénico vocal, sobresaliendo la calidez del timbre de Richter, y la claridad y
musicalidad de Müller, en las sorprendentes arias del final del primer acto. Diego Fasolis, dirigió a la orquesta de
instrumentos antiguos de la Scala, con entusiasmo, desmedido como el acostumbra
por momentos, pero sin perder el hilo conductor ni el gozo que hay en las
orquestaciones de Mozart, y esta no fue la excepción.
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