Foto: Lynn Lane
Ramón Jacques
Después del Anillo
de los Nibelungos, que ofreció por primera vez en su historia la ópera de
Houston y que concluyó hace dos temporadas, la siguiente entrega wagneriana
local recayó en El Holandés Errante
que resultó ser muy satisfactoria en todos los sentidos; comenzando por una
puesta en escena situada en un tiempo actual (no se extrañaron las confusas,
abigarradas e invasivas maquinarias y estructuras metálicas del ciclo anterior)
que fue directa y digerible para el espectador, del director israelí Tomer Zvulun, que con el montaje de Jacob A. Cimer, concibió un caparazón
circular, con diseños góticos, cuyo techo se levantaba, adaptándose para representar
el interior de un barco, un salón, dentro del cual se desarrolló siempre la
acción. Muy persuasivos resultaron los
efectos con proyecciones que representaban olas de mar, lluvia; además del
cuidado y preciso uso de la iluminación.
En el elenco vocal, que fue homogéneo y mostró un buen nivel, sobresalió
la soprano Melody Moore, quien posee
una voz robusta, de amplia proyección y grata coloración, además de aportó con
su actuación un carácter humano y conmovedor al personaje de Senta. Como el holandés, el barítono polaco Andrzej Dobber, aquí caracterizado como
un pirata con tapaojos, dio autoridad al papel con una voz que atravesaba la
orquestación sin perder su esplendor. El
bajo Kristinn Sigmundsson prestó su
experiencia al papel de Daland, y el tenor Eric
Cutler un expresivo Erik, papel al que dotó de simpatía y de angustia
cuando le fue requerido. El elenco se completó con el correcto desempeño de la
contralto Leia Lensing como Mary y del
tenor Richard Trey Smagur como el
timonel. La aportación del coro, en sus
diversas intervenciones, como la del tercer acto de los marineros, fue
sobrecogedora. El podio de Houston estuvo
bien cubierto con la presencia de su director musical Patrick Summers, maestro de larga trayectoria y experiencia quien
dio vida a la partitura con jerarquía y elegancia, y con una cierta dosis de emocionante
misterio y sublimidad.
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