Prensa Teatro Colón /Arnaldo Colombaroli / Máximo Parpagnoli
Gustavo Gabriel Otero
Twitter: @GazetaLyrica
Buenos Aires, 27/09/2016. Teatro Colón. Giuseppe Verdi: Macbeth. Ópera en cuatro actos. Libreto de Francesco
María Piave con colaboración de Andrea Maffei, basado en la obra homónima de
William Skakespeare. Marcelo Lombardero, puesta en escena. Diego Siliano,
diseño de escenografía y proyecciones. Luciana Gutman, vestuario. Ignacio
González Cano, coreografía. Horacio Efron, iluminación. Fabián Veloz (Macbeth),
Chiara Taigi (Lady Macbeth), Alexander Teliga (Banquo), Gustavo López Manzitti
(Macduff), Rocío Giordano (Dama de Lady Macbeth), Gastón Oliveira Weckesser
(Malcom), Iván Garcia (Doctor), Mariano Fernandez Bustinza, Victoria Gaeta,
Dante Lombardi (Apariciones), Juan Pablo Labourdette (Sicario) y Sebastián
Sorarrain (un criado) Orquesta y Coro
Estables del Teatro Colón. Director del Coro Estable: Miguel Martínez. Dirección Musical: Stefano Ranzani.
Como parte de las
celebraciones del Año Shakespeare el Teatro Colón ofreció, con nueva producción
escénica, Macbeth de Giuseppe Verdi en
un espectáculo de corrección general que no logró el brillo necesario para
entusiasmar. La Orquesta
Estable bajo la conducción de Stefano
Ranzani redondeó un trabajo de primer orden. La versión tuvo nervio,
estilo, claroscuros, adecuada sutileza y bien dosificada fuerza cuando fue
necesario. Triunfador
absoluto fue Fabián Veloz como
Macbeth. Con bello timbre, seguridad, expresividad y excelente fraseo verdiano. La Lady Macbeth de
Chiara Taigi fue correcta. Se nota
una voz fatigada con tendencia al descontrol que cumplió los requerimientos del
rol sin mayor gloria.
Impecable el
Macduff de Gustavo López Manzittti,
adecuado el Banquo de Alexander Teliga
y adecuado el resto del elenco. Párrafo aparte para las diversas secciones del
Coro Estable en una noche de pleno lucimiento. Marcelo Lombardero situó la acción en una contemporaneidad vaga en
una evidente guerra civil. Los espacios escénicos lucen monumentales y fríos,
hay un omnipresente uso del color negro. De lugares que parecen ser fábricas o
depósitos abandonados o bombardeados se pasa al mundo subterráneo de las
cloacas donde sitúa a las brujas que aquí no son tales. Hay palacios estatales
con tintes grandilocuentes, espacios enormes, escaleras monumentales, una
terraza donde se divisan bombardeos, un bosque cerrado con alambres y puestos
de vigilancia como si fuese un campo de prisioneros y hasta la perfecta
recreación de una estación ferroviaria con llegada de trenes incluida. Como es
habitual la escenografía y las proyecciones de Diego Siliano fueron impecables, de perfecto diseño el vestuario de
Luciana Gutman y correcta la coreografía de Ignacio González Cano. Con abuso de oscuridad la iluminación de Horacio Efron. No obstante, la
impresión general de la versión visual es de un trabajo no logrado plenamente,
con cierto estatismo actoral y algunas incoherencias.
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