Foto: Brescia&Amisano- Teatro alla Scala Milano
Massimo Viazzo
La primera
representación del Murciélago en la Scala. Nunca la opereta de Johan Strauss
Jr, había sido montada en el escenario de la sala del Piermarini, y se puede
afirmar inmediatamente que no se trató de un éxito arrollador. El director de
escena Cornelius Obonya ambientó la
historia en una localidad alpina austriaca de cinco estrellas, entre
impresionantes chalés y refinados y elegantes salones de fiesta, y sin exagerar
con los gags, guío a los cantantes con naturaleza sin forzarlos. La idea de
interpretar los recitativi parlati
con un poco en alemán y un poco en italiano (como también en francés) fue en
verdad desconcertante. Obonya mantiene justamente que la sociedad de hoy es
internacional y que ello justifica su elección.
Pero entre el publico no todos dominan las lenguas y eso la hizo un poco
discutible, obligando a muchos a levantar y bajar continuamente la mirada,
concentrándose en ocasiones en la escena y en otras en la pantalla con los
subtítulos, sin saber cómo o cuando se cambiaba de lengua. Por ello, no se tuvo
el tiempo de captar ciertos compases a causa de estos cortes que en verdad no
han servido para disfrutar del espectáculo.
Cornelius Meister demostró
ser un director preparado, pero el espíritu wienerisch
que permea la partitura no estuvo siempre a punto.
Al final, la lectura pareció atenta y
correcta, y aunque estuvo bien calibra en los timbres faltó en ocasiones la
atmosfera y sobre todo careció de la languidez que representa bien la Austria Felix a un paso de la
decadencia. En general, estuvieron
notables los cantantes, perfectamente en su papel. Entre todos, Eva Mei, fue una Rosalinde cantada con
bella técnica y seguridad; como la Adele de Daniela Fally, una soprano ligera vivaz y simpática, como también
la Orlovskaya de Elena Maximova,
quizás no muy matizada, pero vocalmente importante. Muy simpático estuvo el
Alfred de Giorgio Berrugi, cuyas
intervenciones extemporáneas fueron íncipit
de las arias más famosas del repertorio para tenor, un paseo de citas de verdad
divertido, desde Traviata a Rigoletto, y de Trovador a Aida y Fedora. Algunas
situaciones forzadas por aquí y por allá, pero el personaje no le salió bien.
Un extrovertido Peter Sonn dio voz
al descornado Einstein, con una emisión nada inmaculada pero siempre a sus
anchas en el personaje, mientras que Markus
Werba personificó con carisma vocal y escénico, y trazos mefistofélicos, al
manipulador de la escena entera, el Doctor Falke. Muy bien, y en su punto estuvo también el
carcelario Frank cantado con buena proyección vocal por Michael Kraus. El conocido actor cómico italiano Paolo Rossi, dio vida al borrachín
Frosch con un numero de cabaré que fue sobrio y mesurado, conociendo sus extraordinarias
habilidades satíricas. Al final, gustó
mucho el cuerpo de baile de la Scala, que bailó (coreografías de Heinz Spoerli)
durante las notas de la obertura y durante la gran fiesta del segundo acto un
desencadenado Unter Donner und Blitz.
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