Fotos: Lynn Lane
Lorena J. Rosas
Debido a los daños que sufrió el teatro Wortham Center,
por las inundaciones del huracán Harvey, la ópera de Houston tuvo que buscar
una sede alterna donde llevar a cabo su temporada, y la encontró en uno de los
enormes salones del centro de convenciones donde adaptó un espacio, que
temporalmente se llamará Resilience Theater. A pesar de no contar con un foso
para la orquesta, la cual se ubicó detrás del escenario, de tener un espacio
reducido para butacas y en consecuencia en asistencia de público, y de hacer
funciones donde la acústica no es la óptima, debe reconocérsele a la dirección del
teatro el no haber cancelado la temporada, o haber reducido el número de funciones,
y aunque de manera extraoficial se estima que el Wortham Center se reabriría en
septiembre del 2018 – uno puede imaginarse el deterioro en sus instalaciones –
se trabaja ya para que esté listo en el mes de mayo y las producciones de West
Side Story y Norma puedan presentarse allí. La Traviata tuvo que hacerse en una
adaptación escénica y un espacio reducido, por lo que se prescindió de las escenografías
de Riccardo Hernandez, utilizándose en
su lugar pocos elementos, para hacer una puesta semi escénica, que visualmente,
y en cuanto a vestuarios, iluminación y la cuidada dirección artística de Arin Arbus hizo que el espectáculo saliera
adelante de manera satisfactoria. La cercanía entre las butacas y la escena dio
una sensación de cercanía e intimidad, que el espectador pocas veces puede experimentar
en una obra de este tipo. La escena fue dominada por la soprano Albina Shagimuratova, quien posee la voz
ideal para el papel de Violetta, intensa, clara, flexible y capaz de imprimir
el dramatismo necesario que requiere el personaje, facetas bien cubiertas por
la soprano rusa, muy apreciada en esta ciudad por haber formado parte del
estudio del teatro. El tenor Dimitri
Pittas ofreció un convincente Alfredo, juvenil en su apariencia y en la
frescura de su grato y cálido timbre. Por
su parte, el barítono George Petean cantó
con voz destemplada y poco calibrada, y escénicamente se le vio rígido y
alejado de la escena. Correctos estuvieron los cantantes del elenco, y muy
bueno fue el aporte del coro del teatro. A pesar de las ineludibles dificultades
en la acústica del local, la directora coreana Eun Sun Kim, en su debut local, condujo con conocimiento y sentido
del repertorio, de manera refinada y manteniendo con buena mano y control los
tiempos buscando la uniformidad en el sonido de la orquesta.
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