Foto: Peter Meisel
Ramón Jacques
La programación
de obras barrocas en los conciertos de la Filarmónica de Los Ángeles es muy
limitada, casi inexistente, como también lo es la participación de directores
especializados en el género. Aunque sus visitas han sido espaciadas, desde su
debut local en el 2011, se puede decir que Emmanuelle Haïm, es la persona en quien
la orquesta confía para hacerse cargo de estos programas. La clavecinista
francesa, que conduce la mayor parte de los conciertos desde su instrumento con
carácter y personalidad, inyecta pasión y entusiasmo a sus lecturas, en las que
denota conocimiento del repertorio y un cuidado minucioso de cada detalle, este
concierto no fue no fue la excepción. Si bien la orquesta le respondió, y el
resultado general fue satisfactorio, el reducido grupo de competentes músicos
con instrumentos modernos (reforzados con tiorba, un segundo clavecín, órgano,
percusiones, metales) ofreció una ejecución que por momentos se aproximaba más
al de una pieza sinfónica; algo rígida en la dinámica y el color, que requería
mayor gusto y sabor. Se bien se entiende que la música barroca no es una
prioridad de la orquesta, considero que se podría dedicarle más tiempo; de
igual manera se agradece la posibilidad de escuchar en vivo y en directo piezas
confinadas a grabaciones. La elección de piezas para el concierto fue
interesante, ya que fiel a su interés por la música vocal y la ópera Emmanuelle
Haïm, incluyó una selección de arias y partes orquestales de la ópera de “The Fairy Queen” de Purcell, así como
el siempre conmovedor Stabat Mater de
Pergolesi. en el que entrelazó de una manera muy sutil las voces con un
reconfortante y relajante sonido de las cuerdas, en uno de los puntos más
sobresalientes del concierto. La elección de solistas fue decisiva, por el
aporte del contratenor francés Christophe
Dumaux con la tonalidad oscura en su voz, que es flexible y comunicativa; y
el de la soprano Laura Claycomb que
dio intención a cada una de las notas que emitió y que inundaron la sala de
conciertos con claridad y lucidez. Se
escuchó también la Suite para orquesta 3
en re mayor de J.S. Bach, con su muy conocida Aria para la cuerda de sol. La
velada concluyó con un caramelo, el siempre emotivo duo “Pur ti miro pur ti godo” de La
Coronación de Popea de Monteverdi.
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