Fotos: Metropolitan Opera
Gustavo G. Otero / @gazetalyrica
Pocos
teatros de ópera en el mundo tiene un estilo de programación por el cual se
puedan ver entre tres y cinco óperas distintas en el curso de una semana: el
Met de Nueva York (The Metropolitan Opera) es uno de ellos. Vidriera de la
ópera mundial, los grandes cantantes se presentan en su escenario, sus
producciones escénicas -casi todas de corte tradicional- son de alta calidad,
su orquesta tiene un nivel superlativo y, afortunadamente, se recurre a
diversos conductores de orquesta que dan su tinte personal a las obras y no
como en el pasado dónde todo o casi todo se confiaba a la misma persona. Cuatro
espectáculos con cinco obras diferentes, cuatro batutas, tres directores
escénicos y protagonistas estrellas de la lírica actual son el resumen de estas cuatro noches de ópera.
Las bodas de Fígaro: Talento latino femenino
La producción de Sir Richard Eyre, que se estrenó en
septiembre de 2014, traslada la acción a España antes de la guerra civil, el
resto de las marcaciones son de corte tradicional. El marco escénico son tres
cilindros enormes que rotan entre escena y escena y demarcan principalmente el
cuarto de los sirvientes, el de la Condesa y un gran comedor. Muta en el cuarto
a un jardín con un pino y una pequeña casa en lo alto del árbol. Tanto la
escenografía como el vestuario pertenecen a Rob Howell. Muy buena la
iluminación de Paule Constable salvo en el último acto donde faltó algo de la
oscuridad necesaria para la trama. Las tres protagonistas femeninas fueron impecables y las
tres tiene un rasgo en común: son de ascendencia latina. Así Aylín Pérez fue
una Condesa de gran volumen y expresividad, Nadine Sierra una Susanna de perfectos acentos e Isabel Leonard un querible Querubino. Ildar Abdrazakov resultó un potente Fígaro mientras que
Mariusz Kwiecien fue irregular como el Conde. En la segunda parte debió ser
reemplazado por Trevor Scheunemann quien cumplió con dignidad su cometido. Adecuados Maurizio Muraro (Doctor Bartolo), MaryAnn
McCormick (Marcellina) Greg Fedderly (Don Basilio) Ashley Emerson (Barbarina), Paul
Corona (Antonio) y Scott Scully (Don Curzio). Ajustada, precisa y prolija la
batuta de Harry Bicket así como la respuesta de la orquesta.
La nueva
producción de Tosca de Puccini: una noche para recordar
La producción escénica anterior de Tosca, firmada por Luc
Bondy -no gustó al público del Met- se estrenó el 21 de septiembre de 2009 y
entre esa fecha y el 1ro. de diciembre de 2015 se ofreció en 59 oportunidades y
en cuatro temporadas pero el rechazo a la misma determinó que se resolviera
efectuar una nueva producción de corte tradicional. Se recurrió a Sir David McVicar quien planteó una acción
fluida con algunos hallazgos como en la escena del Tedeum, a alguna belleza
visual como la estufa en el segundo acto pero totalmente fuera de credibilidad
ya que la acción transcurre en pleno verano romano, y a puntos de fuga
escenográficos de gran atractivo. La escenografía y el vestuario fueron
confiados a John Macfarlane y la iluminación a David Finn. Estimamos que será
una producción para perdurar. Emmanuel Villaume condujo con seguridad a la orquesta y con
tiempos adaptados a la expresividad de los cantantes. Sonya Yoncheva triunfó como Tosca. Sus medios vocales son
poderosos, su entrega magnífica, su credibilidad absoluta, su color vocal bello
y su lirismo profundo. Vittorio Grigolo con un registro más lírico que dramático
fue un muy buen Cavaradossi. Juvenil, apasionado y creíble, con correcto fraseo
y con una canto pleno de matices y variaciones dinámicas. Željko Lučić tiene todo lo que hay que tener para llevar a
buen puerto la personificación de Scarpia. De buenas prestaciones tanto el
sacristán de Patrick Carfizzi como el Angelotti de Christian Zaremba. Adecuado
el resto del elenco formado por Brenton Ryan (Spoletta), Christopher Job (Sciarrone),
Richard Bernstein (Carcelero) y A. Jesse Schopflocher (voz del pastor); así
como los coros.
L’elisir D’Amore:
Nunca defrauda
Repuesta
por Gina Lapinski la propuesta original de Bartlett Sher, estrenada en
septiembre de 2012, se ve con gusto y es teatralmente entretenida. Los espacios
escenográficos ideados por Michael Yeargan resultan funcionales y agradables. El
vestuario firmado por Catherine Zuber se ve creativo, prolijo y con adecuado
cromatismo. La iluminación de Jennifer Tiptom acompaña bien esta propuesta
tradicional pero bien actuada. Debutante
en la sala, el director de origen venezolano Domingo Hindoyan condujo con mano
segura y adecuados tiempos a la orquesta de la casa. Pretty Yende fue una Adina vivaz que combinó belleza vocal
con buena línea de canto, seguridad musical y agudos de acero. A su lado
Matthew Polenzani fue un Nemorino de rara perfección. Ildebrando D’Árcangelo compuso un
Dulcamara pleno de itálica simpatía y cantado con gracia y estilo. Davide
Luciano fue un muy ajustado Belcore
mientras que Ashley Emerson completó el elenco con eficacia como Giannetta. El coro,
dirigido como es habitual por Donald Palumbo, fue solvente tanto en su desempeño
musical como en sus movimientos en escena.
Cavalleria
Rusticana y Pagliacci: Alagna al más alto nivel
Aparentemente en Nueva York en 1893 se consumó un
matrimonio lírico que perdura hasta hoy: dar en un mismo espectáculo ‘Cavalleria
Rusticana’ de Mascagni con ‘Pagliacci’ de Leoncavallo. El viejo Metropolitan
las ofreció juntas el 22 de diciembre de 1893 en un orden distinto al que ahora
conocemos: primero Pagliacci -idea
muy razonable ya que su prólogo sirve de preámbulo a los sentimientos de la
nueva escuela italiana- y luego Cavalleria
rusticana. Paradójicamente ambas obras cuando fueron puestas en escena con
anterioridad en el Met hicieron dupla con fragmentos del Orfeo y Euridice de Gluck. El programa doble se impuso en casi
todos los teatros del mundo y es así como lo conocemos habitualmente. La producción de David McVicar no parece tener un concepto
en particular. Cavalleria se desarrolla en un escenario giratorio, que sirve de
bar y de plaza. Todos van de negro y Alfio es un pequeño matón de pueblo
mientras que Turiddu las va de galán, la visión no molesta en ningún caso, pero
no ofrece demasiado para recordar. Es mejor la idea de McVicar de presentar un vodevil circense
en la misma plaza de Sicilia donde se desarrolló Cavalleria pero casi 50 años
después para Pagliacci. Aquí todo funciona a la perfección. Roberto Alagna deslumbra en los dos roles de Turiddu y
Canio. Volumen, intencionalidad, entrega, fraseo vibrante son marcas de su
concepción de ambos roles. En Pagliacci brinda una verdadera lección de verismo
y su aria es realmente memorable. George Gagnidze cumple sobradamente en los roles de Alfio y
de Tonio. Notable es la caracterización de ambos personajes y su mutación
cuando canta el prólogo de Pagliacci. Enorme la voz de Ekaterina Semenchuk, un lujo como
Santuzza. Mientras sorprende por su calidad actoral y su entrega vocal
Aleksandra Kurzak como Nedda. Interesante la Lola de Rihab Chaieb así como el Beppe de
Andrew Bidlack y el Silvio de Alexey Lavrov. Correcto el resto de los elencos,
así como el coro. El maestro Nicola Luisotti ofreció una adecuada dirección de la orquesta
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