Foto: Instituto Nacional de Bellas
Artes de México
Con un tenaz
aplauso del público que se prolongó por varios minutos, la Orquesta del Teatro
Mariinsky cerró la noche del jueves 3 de marzo la exitosa serie de
presentaciones que ofreció en el Palacio de Bellas Artes. Comentarios
elogiosos y exclamaciones de júbilo fueron externados por los asistentes,
mientras la crítica especializada daba su aprobación sin reticencias en el
último de tres conciertos ofrecidos por la más antigua orquesta rusa, esta vez
bajo la dirección de su titular, Valeri Gergiev. El
programa de la tercera sesión estuvo integrado por obras de Serguei Prokofiev.
Inició con la Sinfonía
núm. 1 en re mayor, Clásica, con la que Gergiev hizo gala de su seguridad,
aplomo y dominio de la partitura, sin necesidad de recurrir a gestos
grandilocuentes para arrancar los sonidos requeridos a la agrupación. Sencillez,
serenidad y virtuosismo se hicieron presentes en Gergiev, un apasionado del
arte que despierta las más encontradas opiniones en cuanto a su personalidad,
pero unificadas en su lucha por la cultura universal. La Sinfonía
concertante para violonchelo y orquesta en mi menor fue
la segunda obra de la noche, en la que se dieron vuelo las cuerdas, pero
también el solista invitado: el joven violonchelista bielorruso Ivan Karizna,
quien hizo honor a Mstislav Rostropovich, a quien fue dedicada en su momento
esta composición de Prokofiev, estrenada en 1952. El
programa culminó con una impresionante ejecución de la Sinfonía
núm. 5 en si bemol mayor, escrita por Prokofiev en su condición de nuevo
ciudadano soviético en 1944 y estrenada en 1945, poco antes de la victoria de
su país ante el fascismo alemán. Pero si estas
tres obras fueron del agrado del público, lo que lo llevó al paroxismo fueron
las piezas fuera del programa. La sala se estremeció con dos encores de
la orquesta. El primero fue la obertura de la ópera La
fuerza del destino de Giuseppe Verdi, estrenada en 1862 precisamente
en el Teatro Bolshoi Kamenny, hoy Teatro Mariinsky de San Petersburgo. El
segundo, un fragmento de El lago de los cisnes de
Piotr Ilich Chaikovski, terminó por llevar al público a un entusiasmo
convertido en sonados aplausos que retumbaron por toda la sala en aprobación y
agradecimiento al esfuerzo, talento y entrega de la orquesta y sus cerca de 90
componentes. De esa forma se despidieron la agrupación rusa y el
público del Palacio de Bellas Artes, en una temporada que se recordará a lo
largo de todo el año como uno de los momentos más relevantes de la música de
concierto en México. El ultimo concierto en México de
la orquesta fue el 4 de marzo en el Auditorio Nacional, con un programa conformado
por las Danzas polovtsianas de Aleksandr Borodin, el Concierto para piano y orquesta
núm. 1 y la Obertura 1812 de Chaikovski y la versión corta de El pájaro de fuego de Igor Stravinski bajo la dirección de Valeri Gergiev y del solista invitado el pianista ruso
Sergei Redkin.
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