Foto: Cory Weaver
Ramón
Jacques
Un caso único y anecdótico en el mundo operístico
debe ser el de la Ópera de San Diego,
situada entre las diez compañías estadounidenses más importantes, por
presupuesto, activos, tradición y nivel de artistas que la visitaban (de
acuerdo a la clasificación realizada anualmente por la asociación Opera América);
que tan solo unos días antes de su 50 aniversario estuvo al borde de la desaparición,
no por cuestiones económicas o artísticas, si no por decisiones burocráticas
internas e intereses de la administración anterior. Hoy la compañía luce
renovada y se fortalece con el nombramiento de su nuevo director: David Bennett, quien ha anunciado que a
partir del próximo año la temporada crecerá en cantidad de títulos, incluidas
dos operas de cámara, genero que nunca fue programo anteriormente, además de la
realización de conciertos y recitales, y un nuevo calendario de funciones, que
no se limitará solo a los primeros meses de cada año. Parte de la renovación del
teatro incluye la posibilidad de importar nuevas propuestas escénicas, como
este nuevo montaje de Tosca, primer título
de la gestión de Bennett, proveniente
de la Ft. Worth Opera, que
curiosamente fue hecho en esta ciudad ya que San Diego es uno de los pocos
teatros en Norteamérica que cuenta con una fabrica para construir escenografías.
Para ello, se prescindió de la producción de Jean Pierre Ponnelle, que había sido visto en diversas ocasiones en
el pasado cada vez que se reponía este título. Con diseños de Andrew Horn y vestuarios de Andrew Marley, la propuesta es quizás menos
espectacular que la de Ponnelle, pero es efectiva y apegada al tiempo y a los lugares
donde transcurre la trama en Roma, dando la sensación de mayor espacio y
funcionalidad, sin mengua de su estética visual. Los vestuarios eran elegantes
y de buena confección y el uso de la iluminación fue adecuado. La directora escénica
Lesley Koenig buscó dar una lectura fácil
y directa, sin forzar la sobreactuación y resaltando la interpretación vocal de
los artistas, que se ubicaron siempre de frente al público.
En su debut local,
la soprano griega Alexia Voulgaridou
dejó una muy grata sensación aportando pasión y temperamento al personaje de
Tosca, conmovedora y delicada, cuando el papel se lo requirió, desplegó un
canto homogéneo, seguro y muy musical. Ojalá que las decisiones futuras de la compañía
no impliquen reducir costos prescindiendo de artistas con la trayectoria de Voulgaridou
o tantos otros que han pasado por aquí. Por su parte el tenor galés Gwyn Hughes Jones agradó por el lado
vocal ya que posee una voz lirica de grato color. Sin embargo su poca presencia
escénica y rigidez actoral no logró redondear su personificación de Cavaradossi.
Al bajo barítono Greer Grimsley le
quedan bien los papeles de villano y como Scarpia no defraudó en su canto ni en
su actuación. De hecho, la escena del Te
deum fue uno de los momentos más apasionantes de la función. Bien por el
coro, y por el resto de cantantes del elenco. El director italiano Massimo Zanetti, quien condujo Ballo in Maschera y Réquiem de Verdi cuando se anunció el cierre de la compañía, vuelve
para dirigir a la Sinfónica de San Diego quizás como un acto simbólico por el
inicio de una nueva gestión, lo cierto es que Zanetti tiene mucho oficio en
este repertorio y lo demostró con su mano segura, con la que imprimió una
adecuada dinámica y tiempos a su lectura, además de notarse la manera
escrupulosa con la que cuidó a las voces
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