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Elsa Dreisig - Operalia |
José Noé Mercado / La Digna Metáfora
En esta ocasión ninguno de los siete cantantes mexicanos
pudo pasar a la final del máximo concurso operístico en el mundo; el tenor
surcoreano Keon Woo Kim y la soprano francesa Elsa Dreisig fueron los
ganadores del certamen. Luego
de 22 años regresó a México Operalia, el reconocido concurso mundial de canto
encabezado por Plácido Domingo, para celebrarse del 19 al 24 de julio en
Guadalajara, Jalisco, teniendo como sede el Teatro Degollado, en el marco de su
150 aniversario. El
certamen en su edición número 24 —apoyado por la Secretaría de Cultura federal
y la Secretaría de Cultura jalisciense, además de contar con el patrocinio de
Rolex, marca de la que el maestro Domingo es embajador— tuvo como atractivo
particular para la comunidad lírica nacional el contar con siete cantantes
mexicanos seleccionados entre sus 40 participantes provenientes de 16 países
seleccionados para iniciar en la ronda de cuartos de final. Los
jóvenes mexicanos participantes en la justa fueron las sopranos Sofía Troyo, de
27 años de edad; Angélica Alejandre, de 28, y Anabel de la Mora, de 30; los
tenores Fabián Lara, de 27; Alan Pingarrón, de 28; y los barítonos Emmanuel
Franco, de 32, y Juan Carlos Heredia, de 27. Las expectativas para cosechar
buenos lugares no eran pocas por realizarse la justa en tierras nacionales y
por el talento vocal que siempre ha distinguido a nuestro país. La
gran final, a realizarse el domingo 24, Plácido Domingo empuñaría la batuta
para dirigir a la Orquesta Filarmónica de Jalisco y así acompañar a los 12
finalistas calificados para la última ronda. Los
miembros integrantes del jurado este año, además del maestro Domingo,
fueron Marta Domingo, directora de escena; F. Paul Driscoll, editor en jefe de
la revista Opera News; Anthony Freud, director
general de la Lyric Opera de Chicago; Jonathan Friend, administrador artístico
del Metropolitan Opera House de Nueva York; Jean-Louis Grinda, director general
de la Monte Carlo Opéra; Peter Katona, director de casting de la Royal Opera House
de Londres; Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real de Madrid; Marco
Parisotto, director musical de la Orquesta Filarmónica de Jalisco; Andrés
Rodríguez, consultor artístico; e Ilias Tzempetonidis, director decasting de la Opéra National de
París. Las 23
ediciones anteriores de Operalia, la primera de ellas celebrada en París en
1993, la segunda en la Ciudad de México, se han realizado en ciudades como
Madrid, Burdeos, Tokio, Hamburgo, Quebec, Moscú, Pekín, Verona y Los Angeles, y
han conformado un prestigio internacional al concurso, en el que han sido
impulsados ganadores que se convertirían en auténticas figuras del universo
lírico como la soprano sueca Nina Stemme, la mezzosoprano estadounidense Joyce
DiDonato, el tenor argentino José Cura, la soprano italiana Carmen
Giannasttasio, o los tenores mexicanos Rolando Villazón, Arturo Chacón, David
Lomelí y la soprano María Katzarava.
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Elsa Dreisig - Operalia |
Sin
embargo, la algarabía en redes sociales de la comunidad operística mexicana,
exaltada de apoyo a sus favoritos, alumnos, amigos, conocidos o connacionales
en todo caso, se fue apagando. A la ronda de cuartos de final sólo
sobrevivieron tres de los siete cantantes mexicanos y todos sucumbieron en la
semifinal, si bien el barítono Juan Carlos Heredia se adjudicó el premio final
en el género de zarzuela. El
viernes 22, que se difundió la noticia de finalistas con participantes de
Rusia, Ucrania, Estados Unidos, Canadá, Kosovo y Corea del Sur, el ambiente
interesado en Guadalajara, tanto como Facebook, recibió un balde de agua
helada. Un golpe de realidad. No
porque las voces mexicanas participantes no hayan hecho un esfuerzo meritorio
ya desde su misma clasificación o porque no cuenten con talento suficiente para
desarrollarse profesionalmente. Pero justo ésa, quizás, es la diferencia. Que
sus colegas, a la misma edad, proceden de países en los que la formación
académica implica prepararlos para integrarse a producciones y teatros
profesionales de forma inmediata. En
México, ante la limitada oferta de espacios profesionales para desarrollar y
mantener una carrera constante, las opciones son buscar talleres, estudios,
cazar alguna producción en provincia donde puedan colocarse en el elenco. La
competitividad que brinda el escenario, el profesionalismo que se adquiere cuando
un talento se asume como artista y no como estudiante es decisivo a la hora de
medirse con el talento de otras latitudes. Claro
que hay ejemplos de que es posible que talentos extraordinarios como los de
Villazón, Lomelí, Katzarava o Chacón se hayan impuesto en su momento en
Operalia. Pero quizás el objetivo como comunidad lírica en México tendría que
encontrar el mecanismo para no seguir produciendo excepciones, sino realmente
una cantera de cantantes, o, mejor aún, artistas, que van mucho más allá de una
voz hermosa o con potencial. ¿Pero habrá alguien, una institución, trabajando
en ello?
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