Foto: Jesse Willems
Ramón Jacques
El tiempo se agota y la Sinfónica de San Diego no ha
elegido a su próximo director musical, lo cual parecer irónico si se considera
que uno de los frecuentes directores invitados en recientes temporadas, ha sido
el maestro holandés Edo de Waart,
quien además de haber rendido buenas cuentas en cada una de sus apariciones
locales, con su mano segura y experimentada, parecer darle profundidad y personalidad
a una agrupación que hoy carece de ello. La relación entre de Waart y los músicos
y lo que transmite al público, esta allí frente a la impávida mirada de la
directiva que no se anima a tomar una decisión. Por si fuera poco, de Waart está
por concluir su gestión al frente de la Orquesta Sinfónica de Milwaukee, lo que
allanaría aun más el camino para su llegada definitiva a San Diego. Directores de
orquesta van y vienen, pero es evidente que al día de hoy, solo el maestro holandés
ha logrado establecer una legítima conexión emotiva y musical con los músicos.
Como introducción a una de las obras corales más conocidas del repertorio, se escuchó
la breve composición orquestal Three places in New England (Orchestral
Set No. 1) del estadounidense Charles Ives, un recorrido imaginario por diversos
lugares de la región de Nueva Inglaterra,
con una orquestación serena y accesible, cargada de suaves tonalidades como de
explosivos pasajes que incitan a la meditación y que suscitan emoción del
publico con una orquesta que sonó uniforme.
La 9ª Sinfonia de Beethoven, tuvo como invitado al extenso coro San
Diego Master Corale, con mayoría de voces femeninas, y cuatro solistas,
con muy buen desempeño de las voces femeninas, como el de la soprano Erin Wall quien ofreció conmovedora
musicalidad y color vocal, así como el de la mezzosoprano Renée Tatum oscura, enérgica e impetuosa en su interpretación. Barry
Banks posee un colorido y grato timbre, pero la ligereza y poco espesor en
su proyección hizo que pasara inadvertido y su voz fue literalmente tragada por
la masa musical. Por su parte el bajo barítono Nathan Berg estuvo muy discreto y pareció estar fuera de estilo y sincronía.
De Waart dirigió con atención a cada detalle, determinación e intención en cada
uno de sus movimientos en el podio. Con adecuada dinámica fue cincelando con claridad
cada una de las ideas de la obra. En
particular la sección de cuerdas se escuchó comprometida y envuelta en la música.
La incógnita ahora y durante el resto del año continuara siendo ¿Quién será el próximo
director titular de la orquesta?
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