Irina Dubrovskaya |
Luis Gutiérrez Ruvalcaba
Lucia di Lammermoor regresó
al Palacio de Bellas Artes después de diez años. En esta ocasión se importó la
producción que Enrique Singer hizo originalmente para el Teatro Bicentenario de
León. El director de escena coloca la acción durante la época, fines del siglo
XVII, en la que Walter Scott pensó para The Bride of Lammermoor,
novela de la que deriva el libreto de Salvatore Cammarano; aunque ubica la
acción en Europa continental, me atrevería a decir en los Países Bajos. La
escenografía, diseñada por Philip Amand quien también diseñó la iluminación, se
basa en la presencia intermitente de pinturas que “parecen” ejecutadas por
maestros flamencos; la producción se beneficia de que escenógrafo e iluminador
coincidan pues esto evita contradicciones visuales. De hecho, la boca de
escena se enmarca como sugiriendo un gran cuadro. El vestuario diseñado por
Estela Fagoaga corresponde a la época y localización mencionada.
Desde la breve introducción Singer
revela la culminación de la ópera al mostrar en un nicho al fondo del escenario
una figurante que simula el estado de locura ensangrentado de la protagonista,
a la que amenazan tres sombras propias más del Macbeth escocés que de la
planicie del norte de Europa. Extrañé no ver a Lucia bañada en sangre y
empuñando su daga asesina durante la escena de locura pues Singer decidió dejar
la caracterización a la figurante colocada en el mismo nicho de la
introducción. A lo largo de la ópera los miembros del coro toman posiciones
estáticas que simulan lo mostrado en las pinturas que bajan y suben
continuamente en la escena; no faltará quien diga que los cuadros son los que
se parecen a los cuadros plásticos formados por el coro. En mi opinión, pese al cambio de
ubicación de la acción, Singer narra literalmente la historia, algunos dirían
tradicionalmente, sin distorsionarla, pero sin ofrecer algo diferente.
Irina Dubrovskaya canta el papel de
Lucia por primera vez en su carrera. La soprano siberiana tiene una hermosa
presencia escénica y una voz bonita; aunque cantó la mayoría de las notas, su
capacidad de transmitir alguna emoción que pudiese existir tras las mismas fue
inexistente. En ningún momento se vio enamorada de Edgardo, se sintió amenazada
y sometida por Enrico y, mucho menos, privada de cordura. Edgardo es un papel emblemático y
muy querido de Ramón Vargas, ya que fue el de su debut no programado en el MET
sustituyendo de último momento a Luciano Pavarotti. Esta noche no fue la mejor
del tenor. Su voz sufrió varios quiebres en sus dos arias y se escuchó sin el
brillo que la caracterizaba hasta hace poco.
Juan Carlos Heredia es un barítono
que ha ganado muchos premios de canto en México y es miembro del Estudio de
Ópera de Bellas Artes. Su desempeño como Enrico incrementó mi convencimiento de
que los premios en los concursos de canto no son el mejor termómetro para medir
la calidad y el potencial de un cantante. Los hermanos estuvieron en el mismo
nivel de interpretación tanto actoral como vocal, es decir poco convincente en
mi opinión. En el pasado reciente era usual cortar
la primera escena del acto III en la que se presenta el encuentro entre Edgardo
y Enrico; en esta ocasión también se eliminó, afortunadamente pues se evitó
exponer aún más a ambos cantantes.
El bajo venezolano Ernesto Morillo
cantó adecuadamente el rol de Raimondo, uno de los menos lucidores de la
escuela belcantista. Por cierto, al principio vestía un hábito que recordaba el
dominico y al final uno que pudiese ser el de un benedictino. No cupo duda que
este Bidebent fue un hombre de iglesia. Gabriela Flores como Alisa, Leonardo
Joel Sánchez como Arturo y Gilberto Amaro como Normanno cumplieron con su
tarea. Srba Dinic tuvo una buena función
como director concertador. En la orquesta destacó la fina interpretación de
primer flautista Aníbal Robles durante la escena de la locura, aunque los
cornos que se escuchan al inicio de la introducción sonaron inseguros. El coro,
preparado en esta ocasión por Luigi Taglioni, tuvo una función espléndida.
Puedo afirmar sin ruborizarme que lo
mejor de la función de hoy fue el coro.
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