Karina Gauvin |
Foto: Michael Slobodian
Giuliana Dal Piaz
Toronto, 23-III-2017. Koerner Hall, TELUS Centre for Performance and Learning. Temporada 2016-17
de la Tafelmusik Baroque Orchestra, THE BAROQUE DIVA (23-26 de
Marzo 2017) con la soprano Karina GAUVIN. Músicas de Colin
LABADIE, Georg Philipp TELEMANN, George Frederick HAENDEL, Antonio
VIVALDI, y Johann Georg PISENDEL. Dirección Musical: Rodolfo
Richter. Orquesta Barroca TAFELMUSIK de Toronto: primeros
violines Rodolfo Richter, Geneviève Gilardeau, Elizabeth Loewen Andrews, Aisslin Nosky,
Christopher Verrette. Segundos violines Patricia Ahern,
Thomas Georgi, Emily Eng, Julia Wedman. Violas Patrick
G. Jordan, Matt Antal, Brandon Chui. Chelos Christina Mahler,Allen Whear, Felix Deak. Contrabajo Alison Mackay. Oboes John Abberger,
Marco Cera. Fagot Dominic Teresi. Laúd barroco Lucas
Harris. Clavecín Charlotte Nediger.
El
concierto La Diva barroca, en cartelera en la Koerner Hall de
Toronto hasta el domingo 26 de Marzo, marca el regreso a
la Tafelmusik Baroque Orchestra de dos
artistas ya muy conocidos, y apreciados, en esta ciudad:
el anglo-brasileño Rodolfo Richter como
Director huésped y violín solista, y la soprano canadiense Karina Gauvin, que se ha presentado
exitosamente otras veces con el ensemble barroco. La
fama de ambos y la infrecuente presencia de Gauvin, constantemente de
gira por Europa y los Estados Unidos, han llevado
la Tafelmusik a utilizar una sede más grande
que la iglesia de Trinity-St. Paul’s, renunciando así a la belleza e intimidad de su sede
acostumbrada pero ganando una acústica más brillante. Como
ya hemos estado viendo desde el inicio de este año, 2017 se caracteriza en
todos los ámbitos culturales por ser el sesquicentenario de la federación
canadiense. Este concierto también, por lo tanto, ha incluído su
homenaje al evento, iniciando con el estreno mundial de una
pieza, Entwined: Sesquie for Canada’s 150th (Entrelazados:
“sesqui” para el 150º de Canadá), expresamente creada para Tafelmusik por
el joven violinista y compositor canadiense Colin
Labadie.
Demostrando
una considerable capacidad compositiva (pero no
una equivalente variedad expresiva en una pieza de un par
de minutos apenas), el autor ha creado
una obra para cuerdas con varios estratos musicales superpuestos, así
como superpuestos y
entrelazados son orígenes, vivencias y destinos de la
multicultural población canadiense. El
ritmo veloz, casi apremiante, de las notas ha traído a mi mente
la visión de las cascadas del Niagara, cuyo nombre, indígeno,
significa “trueno de agua”... Tras
este inicio ‘fuera de época’, el programa ha
alternado piezas para
instrumentos con las arias interpretadas por Karina Gauvin. Han
sido especialmente aplaudidas las obras de Telemann, el Concierto
para violín en La Mayor “La rana”, caracterizado por
una nota particular con la que, tras unos cuantos
compases de “tutti”, el violín solista sugiere de
repente el croar de la rana, ‘voz’ inmediatamente imitada y compartida por
todos los demás instrumentos, un estanque completo que
parece croar al sol...; y el Concierto en Re Menor TWV
53:d1, donde los 4 movimientos del
concierto ven los
instrumentos alternarse en el inicio y en la linea melódica: empiezan
las cuerdas en el 1º y en el 4º tiempo, con la
línea melódica subyacente mantenida por los dos oboes y
el fagot; en el 2º y en el 3º
tiempo, son los alientos quienes empiezan el movimento, luego sostenidos por
las cuerdas.
Entre las dos piezas instrumentales, la soprano –
una imponente presencia rubia ataviada en un traje de gran gala color turquesa
– ha interpretado el aria de Fulvia, “La mia costanza”,
desde la ópera de Haendel Ezio. La cantante ha sucesivamente concluído la
primera parte del concierto con el motete de Vivaldi O
qui coeli terraeque serenitas, RV 631. En la
segunda parte del concierto, las
dos piezas instrumentales han sido del menos conocido
compositor (pero en la época famosísimo violinista) Johann
Georg Pisendel – la Sonata para iglesia en Do
Menor y el Concierto para iglesia en
Sol Menor –, mientras que la música de Haendel ha
dominado con las arias “Ah, mio cor” desde Alcina,
“Furie terribili” de Armida en Rinaldo y “Mio caro
bene” desde Rodalinda, ofrecido como bis.
El
programa ha sido muy bien construido, logrando
resaltar la especial sintonía y complementaridad de los cuatro
autores seleccionados, coevos e
históricamente en frecuente contacto entre
sí. Ambos conciertos de Telemann pertenecen a su
primer período compositivo, en el cual domina el contrapunto más
que la melodía, y no contemplan la participación del
clavecín con sus notas metálicas, así que la
música suena especialmente suave, casi presagiendo por
momentos el estilo romántico del siglo sucesivo. El
motete de Vivaldi, escrito quizás para el
Cardinal Ottoboni durante el “período romano”,
recuerda el creciente interés del artista veneciano hacia
la ópera y fue probablemente ideado para una de
sus acostumbradas intérpretes líricas.
En cuanto
a las dos piezas “para iglesia” de Pisendel se
refiere, nos muestran un compositor de
gran nivel incluso en obras que sólo fungían de intermedio entre
los diferentes momentos de la liturgia. Concluyo
mis consideraciones sobre el programa con Haendel autor de
óperas “a la italiana”, quien representa
un constante y maravilloso descubrimiento,
con esa inagotable capacidad suya de subrayar,
acompañar y comentar los estados de ánimo
de los personajes: su música posee
una calidad comunicativa que nunca cansa, haciendo que yo
lo prefiera en este sentido incluso al “divino” Johann Sebastian Bach. La soprano Karina Gauvin es una
óptima intérprete barroca y especialmente haendeliana: su
voz es muy pura, ágil y redondeada, aunque
no particularmente potente.
De óptima coloratura, me
parece que por momentos exagere con el vibrato, a
veces demasiado “visible” en su labio inferior. Definitivamente
extraordinario Rodolfo Richter, tanto en su papel de violín solista, en el
cual displiega gran virtuosismo, vigor y precisión increíbles, como
en el de conductor: bajo su guía, la Tafelmusik se ha presentado
con el nivel de profesionalidad y coordinación más alto que me haya
tocado ver.
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