Foto: Matthew Polenzani (Idomeneo), Eva Mei (Elettra). Ramella & Giannese © Fondazione Teatro Regio di Torino.
Massimo Viazzo
Massimo Viazzo
Para Davide Livermore, el director escénico de esta nueva producción de Idomeneo, puesta en escena en el Teatro Regio de Turín, la conocida frase del Libro del Génesis “Dios creo al hombre a su imagen y semejanza” debió ser alterada y volteada de cabeza completamente, invirtiendo el sujeto y totalmente el objeto. ¡Si!, porque el “hombre” es el verdadero protagonista de esta producción, con todos sus miedos, sus ansias, sus inquietudes, pero también con las convenciones, los pactos, y las leyes creadas por él mismo para ser sobrepasadas, y también para decretar y para controlar, pero que en realidad terminan atándolo y sofocándolo (¡este fue un Idomeneo que podría ser completamente cercano al Wotan de Walküre!). La moraleja es que solo adentrándose en la intimidad más secreta, y destruyendo ese mundo paralelo que generan los actos de autoritarismo, es como finalmente se puede vivir libre la propia existencia, más allá de la hipocresía. De hecho, al final del tercer acto, la Voz comunica sus decisiones por medio de la boca de Idomeneo, que fue iluminada por una deslumbrante luz (ya que no podía ser Idomeneo quien declarara la sentencia definitiva), y después de la ultima aria de Elettra, justamente el rey de Creta es quien destruyó con un enérgico golpe de espada el mundo ficticio que el mismo había creado. En todo caso parecería que quizás Livermore, intentó liberar la opera de una poética especifica del siglo dieciocho (cuando el iluminismo estaba ya cortándoles las cabezas) haciéndola mas moderna, mas inmediata, mas descendiente de nuestro tiempo, o en una palabra, mas psicológicamente humana. Desafortunadamente a una lectura artística tan interesante e inteligente le correspondió una realización musical solo adecuada en partes.
El elenco no desmereció desde el punto de vista estrictamente vocal, pero teatralmente los solistas parecieron descoloridos y poco carismáticos. Cierto, Eva Mei (Elettra) cosechó un mar de aplausos después de sus dos arias pirotécnicas, y también Matthew Polenzani (Idomeneo), que cantó la versión mas larga y cansada de “Fuor del mar”, mostrando seguridad y cierta adherencia; mientras que el Idamente de Ruxandra Donose pareció ser solo correcto y Annick Massis (Ilia) quien mostró algunas dificultades en la búsqueda de la mejor línea. Pero, en general, faltaron las intenciones que pudieran justificar a pleno los movimientos escénicos. Muy desilusionante resultó la prueba de Tomáš Netopil guiando a la Orquesta del Teatro Regio, ya que concertó con poca tensión, escasa energía rítmica, extendiendo sobre la obra maestra mozarteana un triste velo de monotonía.
El elenco no desmereció desde el punto de vista estrictamente vocal, pero teatralmente los solistas parecieron descoloridos y poco carismáticos. Cierto, Eva Mei (Elettra) cosechó un mar de aplausos después de sus dos arias pirotécnicas, y también Matthew Polenzani (Idomeneo), que cantó la versión mas larga y cansada de “Fuor del mar”, mostrando seguridad y cierta adherencia; mientras que el Idamente de Ruxandra Donose pareció ser solo correcto y Annick Massis (Ilia) quien mostró algunas dificultades en la búsqueda de la mejor línea. Pero, en general, faltaron las intenciones que pudieran justificar a pleno los movimientos escénicos. Muy desilusionante resultó la prueba de Tomáš Netopil guiando a la Orquesta del Teatro Regio, ya que concertó con poca tensión, escasa energía rítmica, extendiendo sobre la obra maestra mozarteana un triste velo de monotonía.
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