Johnny Teperman A.
El montaje 'Pieza Chile' o "…como el musguito en la piedra, ay si, si, si…" , que fue la última coreografía creada por la recientemente desaparecida artista alemana Pina Bausch y que está inspirada en Chile, se presentó en el marco del 'Festival Internacional Santiago a Mil' en cuatro funciones en el Teatro Municipal.
Esta pieza teatral, coproducción del Festival gana relevancia en la medida que se convierte en la última creación de la fundadora de la llamada danza-teatro.
Para crear "Como el musguito...", Pina Bausch -nacida en 1940 y casada en 1980 con el poeta chileno Ronald Kay- se instaló en el Centro de Danza Espiral, en Santiago, luego que junto a 21 bailarines, recorrió en febrero de 2009 el norte y sur de nuestro país, y realizó una residencia que cristalizó en este montaje estrenado en la Opperhaus de Wuppertal el pasado 12 de junio. La idea de este viaje fue llenarse de las diferentes realidades de Chile, creación que pudo verse en estas cuatro citas en el Teatro Municipal.
La puesta, que integra sonoridades locales, especialmente música de Violeta Parra, Víctor Jara, Congreso y Cecilia, habla sobre nuestros contrastes sociales y geográficos.
La obra, que se presentó "a tablero vuelto" en cuatro ocasiones, plantea una mezcla de danza, mímica, canciones "en off" y dialogos humorísticos, que pretenden basarse en la idiosincrasia chilena y, sobre todo, en el poderío femenino, pero que resulta una mirada más universal.
El montaje incorpora temas de músicos chilenos como Violeta Parra, Víctor Jara, Congreso y Cecilia, y describe los contrastes sociales y geográficos de este país.
La nueva obra, luego de estos estrenos en Chile, se paseará por los escenarios del mundo, por lo que el esplendor de tenerla en nuestro país creando y luego montando es un lujo que se multiplica.
Pina Bausch era desde 1973 directora del Teatro de Danza de Wuppertal. Recibió premios internacionales como el japonés Kyoto en 2007, la Legión de Honor de Francia, el León de Oro de la Bienal de Venecia, y la Orden al Mérito Pablo Neruda en Chile. En 1982, actuó en la película de Federico Fellini “Y la nave va”.
En nuestro país, Pina Bausch estuvo en Chile en 1980 como parte de una gira sudamericana que la llevó por Curitiba, Río de Janeiro, Sao Paulo, Porto Alegre, Buenos Aires, Lima, Bogotá, Caracas y Ciudad de México.
A primeras oídas es simple catalogarla como una artista de culto, una diva de la danza que colabora con directores de cine como Pedro Almodóvar y Federico Fellini. Otros, los más conocedores podrán decir que Bausch es una revolucionaria de las artes; una figura que cambió la concepción de la danza contemporánea y movió su frontera hacia el teatro, con obras como Café Müller, Arien y 198, montajes que provocaron – aún siguen avivando – las pasiones y el fanatismo entre el público y la crítica.
La fallecida coreógrafa, una personalidad del arte europeo de las últimas cuatro décadas- es catalogada por sus compatriotas como uno de los “principales productos de exportación de Alemania”.
Todas sus obras han sido realizadas casi siempre con la ayuda de sus más de veinte bailarines, de diferentes razas y países, que, siguiendo el peculiar método de trabajo se implican con sus propios miedos, deseos, complejos y, en suma, con su propia vulnerabilidad.
Este método lleva a la utilización de toda la gestualidad del comportamiento cotidiano; una suma de gestos físicos y emocionales que el talento de Bausch recicla y reintegra en composiciones originales, tiernas, de irónica crueldad y, sobre todo, de un vivo humanismo que mantiene el trabajo de Bausch entre las grandes creadoras del arte actual. Sus bailarines son, a la vez, consumados actores y la materia prima que ella potenció.
Las producciones de Bausch incluyen diálogos, canciones, trucos de circo, acrobacias gimnásticas, juego de imágenes visuales y escenarios monumentales.
Sus obras no siguen una estructura narrativa ni una progresión lineal. Se construyen más bien a partir de una serie de episodios. Múltiples acciones escénicas simultáneas, imágenes impactantes, la utilización de experiencias específicas de sus bailarines, de actividades cotidianas, de textos dirigidos a menudo al público y de una gran variedad de música son elementos que llevan el sello reconocible de Bausch.
Esta pieza teatral, coproducción del Festival gana relevancia en la medida que se convierte en la última creación de la fundadora de la llamada danza-teatro.
Para crear "Como el musguito...", Pina Bausch -nacida en 1940 y casada en 1980 con el poeta chileno Ronald Kay- se instaló en el Centro de Danza Espiral, en Santiago, luego que junto a 21 bailarines, recorrió en febrero de 2009 el norte y sur de nuestro país, y realizó una residencia que cristalizó en este montaje estrenado en la Opperhaus de Wuppertal el pasado 12 de junio. La idea de este viaje fue llenarse de las diferentes realidades de Chile, creación que pudo verse en estas cuatro citas en el Teatro Municipal.
La puesta, que integra sonoridades locales, especialmente música de Violeta Parra, Víctor Jara, Congreso y Cecilia, habla sobre nuestros contrastes sociales y geográficos.
La obra, que se presentó "a tablero vuelto" en cuatro ocasiones, plantea una mezcla de danza, mímica, canciones "en off" y dialogos humorísticos, que pretenden basarse en la idiosincrasia chilena y, sobre todo, en el poderío femenino, pero que resulta una mirada más universal.
El montaje incorpora temas de músicos chilenos como Violeta Parra, Víctor Jara, Congreso y Cecilia, y describe los contrastes sociales y geográficos de este país.
La nueva obra, luego de estos estrenos en Chile, se paseará por los escenarios del mundo, por lo que el esplendor de tenerla en nuestro país creando y luego montando es un lujo que se multiplica.
Pina Bausch era desde 1973 directora del Teatro de Danza de Wuppertal. Recibió premios internacionales como el japonés Kyoto en 2007, la Legión de Honor de Francia, el León de Oro de la Bienal de Venecia, y la Orden al Mérito Pablo Neruda en Chile. En 1982, actuó en la película de Federico Fellini “Y la nave va”.
En nuestro país, Pina Bausch estuvo en Chile en 1980 como parte de una gira sudamericana que la llevó por Curitiba, Río de Janeiro, Sao Paulo, Porto Alegre, Buenos Aires, Lima, Bogotá, Caracas y Ciudad de México.
A primeras oídas es simple catalogarla como una artista de culto, una diva de la danza que colabora con directores de cine como Pedro Almodóvar y Federico Fellini. Otros, los más conocedores podrán decir que Bausch es una revolucionaria de las artes; una figura que cambió la concepción de la danza contemporánea y movió su frontera hacia el teatro, con obras como Café Müller, Arien y 198, montajes que provocaron – aún siguen avivando – las pasiones y el fanatismo entre el público y la crítica.
La fallecida coreógrafa, una personalidad del arte europeo de las últimas cuatro décadas- es catalogada por sus compatriotas como uno de los “principales productos de exportación de Alemania”.
Todas sus obras han sido realizadas casi siempre con la ayuda de sus más de veinte bailarines, de diferentes razas y países, que, siguiendo el peculiar método de trabajo se implican con sus propios miedos, deseos, complejos y, en suma, con su propia vulnerabilidad.
Este método lleva a la utilización de toda la gestualidad del comportamiento cotidiano; una suma de gestos físicos y emocionales que el talento de Bausch recicla y reintegra en composiciones originales, tiernas, de irónica crueldad y, sobre todo, de un vivo humanismo que mantiene el trabajo de Bausch entre las grandes creadoras del arte actual. Sus bailarines son, a la vez, consumados actores y la materia prima que ella potenció.
Las producciones de Bausch incluyen diálogos, canciones, trucos de circo, acrobacias gimnásticas, juego de imágenes visuales y escenarios monumentales.
Sus obras no siguen una estructura narrativa ni una progresión lineal. Se construyen más bien a partir de una serie de episodios. Múltiples acciones escénicas simultáneas, imágenes impactantes, la utilización de experiencias específicas de sus bailarines, de actividades cotidianas, de textos dirigidos a menudo al público y de una gran variedad de música son elementos que llevan el sello reconocible de Bausch.
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