Christopher Hogwood. Photo Marco Borggreve (www.hogwood.org)
A
mediados de agosto fallecía uno de los grandes
nombres de la música antigua, Frans Brüggen y poco más de un mes después, el 24 de septiembre, ha muerto en su casa de Cambridge, Christopher
Hogwood, otro de los pilares en la interpretación historicistas. Estamos ante
uno de esos músicos clave en el cambio de visión conceptual
sobre el repertorio barroco y del primer clasicismo, desde otra de las grandes
escuelas europeas, la británica, que él engrandeció a través de sus versiones
elegantes y exquisitas, con la formidable Academy of
Ancient Music que fundó en 1973 y de la que aún era
director emérito. A Hogwood, que además de director de orquesta, era clavecinista y musicólogo, se le deben importantísimos estudios del periodo barroco con libros que son
referencia como su biografía
de Haendel. Uno de los aspectos que mejor definen el legado
de Hogwood es su dedicación a la transmisión de la música antigua a través del
disco. Más de doscientas grabaciones, la mayoría de ellas con la Academia
de Música Antigua, y buena parte de ellas publicadas en Decca, hablan por sí
solas de la profundidad de su empeño
divulgativo. Si a ello añadimos las continuas giras de conciertos
mundiales, también centenares, y en un asombroso número de países, esto nos da
la medida exacta de un embajador
infatigable que llevó a todos
los rincones la música de Haendel, de William Byrd o de Mozart, entre otros
muchos compositores. Pero no agotó su interés centrándose en este periodo de
forma exclusiva, también lo hizo en el siglo XX de la mano de
autores como Britten o Stravinsky.
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