Foto: Maximo
Parpignoli / Teatro Coloon de Buenos Aires
Luis Baietti para operaintheworld
Junto con Otello las dos óperas que compuso en colaboración con
Arrigo Boito (además de la segunda versión de SIMON BOCCANEGRA), ambas basadas
en Shakespeare, es una obra atípica en la carrera de Verdi. En primer lugar
porque a la inversa de toda su producción es una comedia, género en el cual
sólo había incursionado antes muy al comienzo de su carrera produciendo un
título muy simpático y muy agradable de oír pero muy menor. Y es atípica porque
se distancia marcadamente de lo que había sido hasta entonces el estilo
Verdi...No hay aquí las grandes arias ricas en melodías, que invitan a salir
cantando del Teatro. La acción se desarrolla en un continuo donde no se pueden
separar fragmentos, pero además, como si estuviera apuntando como un profeta a
lo que será el futuro de la Opera, los cantantes pierden en buena medida el rol
de protagonistas absolutos que siempre tuvieran sus óperas, y pasan a competir
con la Orquesta que a menudo es la que lleva adelante la línea musical mientras
los cantantes en escena entonan algo que está a medio camino entre el canto y
el recitativo. Quizás sea esa la explicación de que este título, verdadero
canto del cisne del Maestro, sea tan apreciado por los musicólogos que lo
consideran su obra maestra, pero tenga una recepción más bien tibia entre el
público que nunca acabó de incorporarlo a sus obras favoritas. La verdad es que
la excelente versión que presentó el Teatro Colón hizo todo lo posible y
bastante más para comunicar la grandeza del texto mostrando sus valores. En
primer lugar importando algo que antes era cosa de todos los días pero que cada
vez disfrutamos más raramente en nuestro Teatro de Opera: un cantante top de
línea en pleno apogeo de sus condiciones vocales. Cuesta concebir un Falstaff
mejor que el de AMBROGIO MAESTRI. Dotado, para comenzar con el verdadero físico
del papel (alto, voluminoso) es un actor consumado, dotado de una comicidad
natural que no necesita exageraciones y es portador por si fuera poco de una
voz excepcional con un impresionante volumen y un registro agudo que invita al
asombro. Gran actuación para conservar en el recuerdo y colocar en la galería
de las grandes interpretaciones que han hecho honra a este gran Teatro que no
pasa hoy por hoy por sus mejores días. A su lado impactó la interpretación de
FABIAN VELOZ que cantó la expuesta partitura de Ford como si fuera un juego de
niños e hizo gala de una creciente capacidad interpretativa, que seguramente ha
crecido gracias a sus incursiones en los principales teatros de Europa, con los
grandes maestros que ahora frecuenta. Para colmo se lo nota bastante más
delgado, lo cual lo ayuda a desplazarse con una agilidad superior a la que
exhibía cuando estaba entre nosotros todo el tiempo y no teníamos que
compartirlo con nadie. BARBARA FRITTOLI, gran cantante con una impresionante
carrera, nos tranquilizó a todos con su línea de canto, ya que llegamos a
pensar que comenzaba a frecuentar los teatros “extracomunitarios “y este tipo
de repertorio menos exigente en cuanto a notas porque estuviera en decadencia
vocal. Nada de eso, fue una Alice elegante, excelentemente cantada y sólo no
logró dominar completamente los concertantes porque a su lado estaba PAULA
ALMERARES una Nannetta deliciosa y juvenil pero que en los concertantes
mostraba un volumen vocal que no es el usual para las sopranos que encaran este
papel. Poca cosa Meg para GUADALUPE BARRIENTOS pero siempre es un placer volver a
verla y constatar in situ como continúa progresando su solvencia vocal y
escénica ahora que canta regularmente en Europa y frecuenta un repertorio
variado y exigente. ELISABETTA FIORILLO reiteró la impresión dejada en Ballo (Ulrica) de que canta
con los restos de una gran voz, sólo que aquí su contundente registro grave,
usado con sentido cómico le permitió lograr una creación magistral. Totalmente
solvente el Fenton de EMANUELE D'AGUANNO no logró realmente justificar su
contratación dado que hay una nada corta lista de cantantes locales que podían
haber encarado este papel en igualdad de condiciones. Muy buenas las
actuaciones de los encargados de los papeles comprimarios SERGIO SPINA, JUAN
BORJA, GUSTAVO GIBERT. Muy simpático y desenvuelto el niño JORGE CHAMORRO que
hace de paje de Falstaff. La dirección musical fue totalmente correcta, sin mayor destaque, pero con los
endiablados contrapuntos entre foso y escenario que Verdi propone en esta
ópera, esto ya es más que suficiente. Sólida, firmemente asentada en el sentido
común la puesta de ARTURO GAMA , TUVO UNA IDEA GENIAL EN LA ESCENA FINAL DE
HACER QUE TODOS LOS CANTANTES SE DESPOJEN DE SUS DISFRACES Y PASEN A USAR ROPA
DE CALLE, MIENTRAS EL ESCENARIO GIRA Y MUESTRA SU REVERSO Y LOS CANTANTES ,
CANTANDO EL TEXTO ESCRITO POR VERDI, LE DICEN AL PUBLICO QUE QUIENES LO
INTEGRAN HAN SIDO LOS ENGAÑADOS EN REALIDAD Y NO FALSTAFF O FORD. La escenografía fue funcional pero francamente pobre y fea de ver. Un párrafo aparte, elogioso, se merecen los profesores de la Orquesta que
llevaron adelante una protesta gremial (por sueldos y un despido) sin afectar
el desarrollo del espectáculo, tocando en mangas de camisa y exhibiendo al
final durante los aplausos carteles indicativos del conflicto. No sé si tienen
razón o no, pero al menos no la han perdido como la perdían en el pasado
sometiendo al público a malos tratos como tenerlo esperando en sus butacas
mientras los músicos decidían en asamblea en el escenario si la función se
hacía o no.
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