Foto: Placido Domingo (Bajazet); Bejun Mehta (Tamerlano) Sarah Coburn (Asteria); Patricia Bardon (Andronico).
Crédito: Robert Millard
Crédito: Robert Millard
Ramón Jacques
Tamerlano opera compuesta por Händel en 1724, contiene el personaje de Bajazet, que es señalado como uno de los primeros papeles operísticos importantes escritos para la voz de tenor. Fue el carácter y la fuerza de este personaje, así como sus largas líneas vocales, su expresividad, y su escena final de muerte – curiosamente de gran similitud con la de Otello de Verdi- lo que atrajo a Placido Domingo a abordar el género barroco en esta instancia de su carrera.
Su única experiencia en este repertorio fue en los inicios de su carrera cuando cantó Hippolyte et Aricie de Rameau, al lado de la soprano Beverly Sills, en la Opera de Boston. Las primeras interpretaciones de Bajazet, su personaje numero 124, ocurrieron en el 2008 en el Teatro Real de Madrid y en la Washington National Opera, teatro del que al igual que la Los Ángeles Opera, funge como director general. La presencia de Domingo generó atracción e interés, y su desempeño escénico convenció y conmovió plenamente, ya que en escena encarnó la figura paterna ideal, y vivió su papel con brío y ardor en la emisión de cada frase y palabra. Su línea de cantó fue correcta, de buena proyección, y elegante en el fraseo y en la dicción. Aquí convendría además, resaltar el valor anecdótico e histórico que contienen estas representaciones.
La ejecución musical de la orquesta bajo la batuta del William Lacey fue grata. Con menos integrantes de lo habitual y el uso de instrumentos originales, se escuchó la tinta dramática y la tensión que indica el libreto en algunas arias y en los largos recitativos acompañados. En contraste, se escuchó un deleitable y compacto sonido, muy dinámico y fascinante en lo melódico. El contratenor Bejun Mehta, actuó con autoridad el papel de Tamerlano y suscitó inesperadas reacciones de emoción y efusión en cada una de sus arias, que cantó con virtuoso pirotécnico manejo de la voz, y un timbre calido, homogéneo y comunicativo. Sarah Coburn, soprano lírica de voz ligera y transparente, bordó una sentimental y frágil Asteria. A su vez, la mezzosoprano irlandesa Patricia Bardon desplegó una suntuosa voz de tono oscuro con agilidad y rapidez para maniobrar las ornamentaciones de su escritura vocal, pero a su actuación del papel de Andronico le faltó más pasión y vida. La mezzo soprano Jennnifer Holloway, única solista que acompañó a Domingo en Tamerlano de Madrid y Washington, fue una refinada y exquisita Irene tanto en la parte vocal como en la actoral. El bajo-barítono Ryan McKinny, tuvo una correcta prestación como el apacible Leonore, con adecuados medios vocales. Las escenografías fueron creadas por David Zinn y la puesta fue dirigida por el regista Chas Rader-Shieber, especialista en barroco en America, quienes situaron la obra en un tiempo actual en el ambiente íntimo de un salón, con pocos elementos, y elegantes vestuarios en negro, como los atuendos militares de los guardias, que contrastaron con los vestuarios de origen turco-otomano de Bajazet y su hija Asteria.
Su única experiencia en este repertorio fue en los inicios de su carrera cuando cantó Hippolyte et Aricie de Rameau, al lado de la soprano Beverly Sills, en la Opera de Boston. Las primeras interpretaciones de Bajazet, su personaje numero 124, ocurrieron en el 2008 en el Teatro Real de Madrid y en la Washington National Opera, teatro del que al igual que la Los Ángeles Opera, funge como director general. La presencia de Domingo generó atracción e interés, y su desempeño escénico convenció y conmovió plenamente, ya que en escena encarnó la figura paterna ideal, y vivió su papel con brío y ardor en la emisión de cada frase y palabra. Su línea de cantó fue correcta, de buena proyección, y elegante en el fraseo y en la dicción. Aquí convendría además, resaltar el valor anecdótico e histórico que contienen estas representaciones.
La ejecución musical de la orquesta bajo la batuta del William Lacey fue grata. Con menos integrantes de lo habitual y el uso de instrumentos originales, se escuchó la tinta dramática y la tensión que indica el libreto en algunas arias y en los largos recitativos acompañados. En contraste, se escuchó un deleitable y compacto sonido, muy dinámico y fascinante en lo melódico. El contratenor Bejun Mehta, actuó con autoridad el papel de Tamerlano y suscitó inesperadas reacciones de emoción y efusión en cada una de sus arias, que cantó con virtuoso pirotécnico manejo de la voz, y un timbre calido, homogéneo y comunicativo. Sarah Coburn, soprano lírica de voz ligera y transparente, bordó una sentimental y frágil Asteria. A su vez, la mezzosoprano irlandesa Patricia Bardon desplegó una suntuosa voz de tono oscuro con agilidad y rapidez para maniobrar las ornamentaciones de su escritura vocal, pero a su actuación del papel de Andronico le faltó más pasión y vida. La mezzo soprano Jennnifer Holloway, única solista que acompañó a Domingo en Tamerlano de Madrid y Washington, fue una refinada y exquisita Irene tanto en la parte vocal como en la actoral. El bajo-barítono Ryan McKinny, tuvo una correcta prestación como el apacible Leonore, con adecuados medios vocales. Las escenografías fueron creadas por David Zinn y la puesta fue dirigida por el regista Chas Rader-Shieber, especialista en barroco en America, quienes situaron la obra en un tiempo actual en el ambiente íntimo de un salón, con pocos elementos, y elegantes vestuarios en negro, como los atuendos militares de los guardias, que contrastaron con los vestuarios de origen turco-otomano de Bajazet y su hija Asteria.
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