Paula Citron
La nueva opera canadiense Frankenstein merece una vida duradera. TrypTych Concert and Opera, la pequeña compañía de Toronto que montó el estreno absoluto de la obra, lo hizo con un reducido presupuesto y en el sótano de una iglesia, y Edward Franko, su director artístico, hizo que la obra funcionara escenificando la narrativa con simplicidad y sin sorpresas.
El primer paso fue crear un área dentro de la cavernosa sala de una parroquia con soportes para el escenario, y con pantallas y cortinas que rodeaban al público. En sus agradecimientos, Franko mencionó a la compañía restauradora de cocinas que construyó el escenario y los raros elementos utilizados en la escenografía, y las sillas, y mesas que iban de acuerdo al espeluznante tema. El compositor Andrew Ager que fue el hombre orquesta con su acompañamiento al piano, estuvo escondido detrás de una cortina.
Uno de los motivos por los que la opera tuvo éxito es por el hecho de que sus creadores tomaron la historia con seriedad. William Whitla compuso un inteligente libreto que hace justicia a la historia original de Mary Shelley, aunque pareció que al final rivalizaba con Shakespeare. El resultado fue una picaresca historia sobre un monstruo solitario quien a pesar de su buen corazón, mata por accidente porque desconoce su propia fuerza. De hecho, la acción dramática del libreto es muy absorbente, y la tensión creciente es real, mientras la opera se desarrolla en un acto de cinco escenas.
La música impresionista de Ager, parecería la de Debussy, así como sus airosas líneas vocales– ambas funcionando en diferentes tangentes pero unidas por dos caminos paralelos. En suma, esta opera fue difícil de cantar. Ager creó dinámica entre los personajes a través de ensambles, por ejemplo: un trió entre el Dr. Frankenstein y su amigo Henry y su preocupado padre, ambos horrorizados por los experimentos del doctor. El compositor produjo efectivos monólogos, con una larga aria de remordimiento de Frankenstein, que fue particularmente enérgica.
Lo mejor de la opera fueron los matices de la música que Ager moldeó a su gusto, desde la breve introducción hasta los vibrantes acordes de triunfo, cuando Frankenstein creó una vida, hasta el disonante horror de la mujer que ve al monstruo, y la cacofonía final donde se unen la muerte y el deterioro. La partitura de Ager es un rico y moderno poema tonal que es accesible.
El barítono Stephen King con su interpretación del monstruo conmovió. Es un impresionante cantante que controló la voz y la manejó con diversos estados de ánimo. King mostró la vulnerabilidad del personaje, algo que es vital para la trama. El tenor Lenard Whitting como el Dr. Frankenstein, no sobresalió como buen actor, pero cantó con buena dicción haciendo sentir la pasión de su personaje.
El resto de jóvenes cantantes del elenco cantó correctamente sus partes, escuchándose lo que tenían que decir. Se contó con la presencia de Alphonse el padre del doctor (barítono Michael York), su prometida Elizabeth Lavenza (interpretada por la soprano Dawn Bailey), su pequeño hermano William Frankenstein (el niño Charles Waddell), y la familia a la que el monstruo cuidaba que incluyó al viejo De Lacey (York), a su hijo Felix (el tenor Michael Taylor) y a su nuera Agatha (soprano Melanie Conley). Muy bien por todos los cantantes que interpretaron adecuadamente la picante partitura de Ager, sin ver directamente al director, que no estuvo en la escena para no distraer la acción.
El primer paso fue crear un área dentro de la cavernosa sala de una parroquia con soportes para el escenario, y con pantallas y cortinas que rodeaban al público. En sus agradecimientos, Franko mencionó a la compañía restauradora de cocinas que construyó el escenario y los raros elementos utilizados en la escenografía, y las sillas, y mesas que iban de acuerdo al espeluznante tema. El compositor Andrew Ager que fue el hombre orquesta con su acompañamiento al piano, estuvo escondido detrás de una cortina.
Uno de los motivos por los que la opera tuvo éxito es por el hecho de que sus creadores tomaron la historia con seriedad. William Whitla compuso un inteligente libreto que hace justicia a la historia original de Mary Shelley, aunque pareció que al final rivalizaba con Shakespeare. El resultado fue una picaresca historia sobre un monstruo solitario quien a pesar de su buen corazón, mata por accidente porque desconoce su propia fuerza. De hecho, la acción dramática del libreto es muy absorbente, y la tensión creciente es real, mientras la opera se desarrolla en un acto de cinco escenas.
La música impresionista de Ager, parecería la de Debussy, así como sus airosas líneas vocales– ambas funcionando en diferentes tangentes pero unidas por dos caminos paralelos. En suma, esta opera fue difícil de cantar. Ager creó dinámica entre los personajes a través de ensambles, por ejemplo: un trió entre el Dr. Frankenstein y su amigo Henry y su preocupado padre, ambos horrorizados por los experimentos del doctor. El compositor produjo efectivos monólogos, con una larga aria de remordimiento de Frankenstein, que fue particularmente enérgica.
Lo mejor de la opera fueron los matices de la música que Ager moldeó a su gusto, desde la breve introducción hasta los vibrantes acordes de triunfo, cuando Frankenstein creó una vida, hasta el disonante horror de la mujer que ve al monstruo, y la cacofonía final donde se unen la muerte y el deterioro. La partitura de Ager es un rico y moderno poema tonal que es accesible.
El barítono Stephen King con su interpretación del monstruo conmovió. Es un impresionante cantante que controló la voz y la manejó con diversos estados de ánimo. King mostró la vulnerabilidad del personaje, algo que es vital para la trama. El tenor Lenard Whitting como el Dr. Frankenstein, no sobresalió como buen actor, pero cantó con buena dicción haciendo sentir la pasión de su personaje.
El resto de jóvenes cantantes del elenco cantó correctamente sus partes, escuchándose lo que tenían que decir. Se contó con la presencia de Alphonse el padre del doctor (barítono Michael York), su prometida Elizabeth Lavenza (interpretada por la soprano Dawn Bailey), su pequeño hermano William Frankenstein (el niño Charles Waddell), y la familia a la que el monstruo cuidaba que incluyó al viejo De Lacey (York), a su hijo Felix (el tenor Michael Taylor) y a su nuera Agatha (soprano Melanie Conley). Muy bien por todos los cantantes que interpretaron adecuadamente la picante partitura de Ager, sin ver directamente al director, que no estuvo en la escena para no distraer la acción.
Cabe señalar que Ager esta orquestando la obra, y se dice que ya existe interes por la obra en Alemania. Quizás algún día en Canadá, veremos esta obra con el lujoso tratamiento musical que merece.
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