Massimo Viazzo
Conservatorio de Milán, Mílan, Italia. 9-16-21 de febrero del 2010
La elegancia de Murray Perahia, la visión cartesiana de Andras Schiff, y la seducción de los colores de Leif Ove Andsnes: esto es en síntesis, el resultado del mini ciclo pianístico organizado por Quartetto di Milano, con motivo del doble aniversario Chopin- Schumann, una breve reseña que mostró una vez mas como diferentes aproximaciones pueden iluminar una obra de arte musical de perspectivas aparentemente incompatibles. Tomemos a Schumann como ejemplo. El recital de András Schiff, que fue el único monográfico de la serie, apuntó directamente a la sustancia musical entendida como una estructura, amplificándole las connotaciones armónicas y contrapuntísticas en una visión global de gran solidez formal (por tanto, no es casualidad que el pianista húngaro haya propuesto dos obras de amplio respiro como la Sonata en fa in fa diesis menor n. 1 y la Fantasia op. 17). Schiff privilegió la ponderación de un Maestro Raro aun con el costo de ceder algo en términos de fascinación tímbrica, y donde el detalle y la voz se convirtieron imprevistamente en verdaderos protagonistas de una interpretación muy calibrada, aunque por momentos fuera un poco aséptica. Sin embargo, fue ejemplar la lectura especulativa de las tocantes y raras Geistevariationen colocadas con una luz diáfana, débil, casi en una contra escena, y vista como un verdadero Abscheid del mundo y de la vida.
Foto: Leif Ove Andsnes- Crédito: Lorenzo Agius
Florestano fue sobretodo la poderosa reaparición de Eusebio, en el pianísimo de Leif Ove Andsnes cuya paleta tímbrica es contenida también por una rara habilidad en la dosis de los pesos sonoros, sobretodo cuando estos se aproximan a las regiones del piano y del pianísimo (pero en la breve selección de Játékok de Kurtág, y notablemente en Aus der Ferne II y en Hommage a Farkas Ferenc II, Andsnes logró también reinventar el timbre del piano transformándolo repentinamente en un instrumento de cuerda (a pizzico!). El pianista noruego privilegió la voz baja, la intimidad de los muros de casa, y la narración que supo convertirse en un coloquio intimo. En tal sentido, la interpretación de Kinderscenen pareció paradigmática (el programa de la sala recuperó la escritura original con la letra c en lugar de la z) y en la que el tono crepuscular se fundió perfectamente con aquella nostálgica mirada al distante mundo de la infancia que permea esas paginas. A decir verdad, en la segunda parte del concierto, la poética chopiniana, apareció como una exaltación de esa visión y los Valzer parecieron ser extraños retoños del universo onírico shumanniano: nada banal, entendiéndose como un superficial y parpadeante resultado del dictado musical, pero de una intimidad límpida y sentida que supo comunicar profundamente, y que unida a una fija y brillante técnica permitió a Leif Ove Andsnes esquivar las sirenas vacías del virtuosísimo, apuntando decididamente hacia la poesía.
Foto: Murray Perahia ©Copyright © 2008 SONY BMG MUSIC ENTERTAINMENT
Con Murray Perahia, nos encontramos, al fin, frente a la nobleza que ofreció, a la elocuencia del gesto, a la seguridad en el fraseo, y a la rotundidad del sonido (también en Bach…donde quizás los filólogos fruncieron la nariz). Sin retorcimientos interpretativos y sin recorridos dinámicos exasperados y exasperantes, todo sonó de manera justa, eufónica, y se pudo sentir que se movió dentro de la justa convicción. Perahia no es ostentoso, pero su labor de cincelado es continua e incesante. No hubo ningún riesgo de sentimentalismo en su interpretación de Chopin, por lo tanto, ninguna exageración por medio de fácil histrionismo. En la penúltima Sonata de Beethoven tuvo la mirada puesta, por una parte, en la calidad integral de la pieza, y por otra, en la expresión siempre nítida, cantante y verdadera para hacer una interpretación caracterizada de una extrema naturaleza, afable y profunda.
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