Giosetta Guerra
Ovaciones de pie para Mariella Devia, reina del belcanto, y para Alex Esposito joven bajo que ha lucido también en el Rossini Opera Festival. Al asistir a una opera en concierto, se tiene el privilegio de gozar de las voces, y si las voces son buenas, como en el caso de esta Lucrezia Borgia en Ancona, el privilegio se convierte en placer. Finalmente, no debemos dedicar muchas palabras para describir la escenografía y no debemos pensar mucho para descifrar las intenciones del director de escena y del escenográfo. Utilizamos solo un par de palabras para elogiar las luces que cambiaron el color del fondo y la elegancia del esplendido vestido azul claro de Devia.
Lucrezia Borgia, mujer malvada que reencuentra su humanidad en el amor del hijo, fue Mariella Devia, un papel consolidado para esta sublime belcantista, prodiga de trino y virtuosismo en el canto de coloratura, de agudos astrales, filados reforzados, larguísimos fiatos en el canto melódico y patético, maestra en el cincel del fraseo, del embellecimiento de las medias voces, del control inteligente de las medios vocales, y de la intensidad en la interpretación.
A su lado, en el papel del hijo Gennaro (interpretado también por el tenor marchigiano Mario Tiberini en 1856 y 1857 en las Américas y en 1861 en Londres) canto el tenor Giuseppe Filianoti, quien ya había acompañado a Devia en el mismo papel en el 2001 en el Teatro Comunal de Bolonia. tenore di grazia, lírico y no de coloratura, que posee una bella pasta vocal de color claro, buenos apoyos en la zona grave, luminosidad y sostén de las proyecciones agudas, pero escasa familiaridad con el canto en mascara, para el cual en el acto final se quebró como le sucedió hace nueve años. El bajo Alex Esposito, como el Duque Alfonso, fue un cantante de temperamento que brilló por la belleza de su timbre vocal, la imponente y amplitud del sonido, la potente consistencia en las notas graves, el dominio técnico del canto, la seguridad de emisión en todos los registros, y el fraseo rico de intenciones.
Lucrezia Borgia, mujer malvada que reencuentra su humanidad en el amor del hijo, fue Mariella Devia, un papel consolidado para esta sublime belcantista, prodiga de trino y virtuosismo en el canto de coloratura, de agudos astrales, filados reforzados, larguísimos fiatos en el canto melódico y patético, maestra en el cincel del fraseo, del embellecimiento de las medias voces, del control inteligente de las medios vocales, y de la intensidad en la interpretación.
A su lado, en el papel del hijo Gennaro (interpretado también por el tenor marchigiano Mario Tiberini en 1856 y 1857 en las Américas y en 1861 en Londres) canto el tenor Giuseppe Filianoti, quien ya había acompañado a Devia en el mismo papel en el 2001 en el Teatro Comunal de Bolonia. tenore di grazia, lírico y no de coloratura, que posee una bella pasta vocal de color claro, buenos apoyos en la zona grave, luminosidad y sostén de las proyecciones agudas, pero escasa familiaridad con el canto en mascara, para el cual en el acto final se quebró como le sucedió hace nueve años. El bajo Alex Esposito, como el Duque Alfonso, fue un cantante de temperamento que brilló por la belleza de su timbre vocal, la imponente y amplitud del sonido, la potente consistencia en las notas graves, el dominio técnico del canto, la seguridad de emisión en todos los registros, y el fraseo rico de intenciones.
Hermosa fue la voz de la mezzo soprano Marianna Pizzolato, en el papel en travesti de Maffio Orsini, (voz pareja, luminosa en la tesitura aguda, apoyos graves naturales, línea de canto mórbida, buenos medios de voz). Se le dio importancia en la opera a los personajes de complemento, y estos fueron interpretados por buenos cantantes Stefano Rinaldi Miliani (Gubetta), que utilizó con arte su bella voz de bajo, Carlo Giacchetta (Oloferno Vitellozzo), un tenor claro y correcto, Gregory Bonfatti (Rustighello), un buen tenor ligero agudo, Giacomo Medici (Astolfo), Massimiliano Lucani (Jeppo Liverotto), Roberto Gattei (Apostolo Gazzella), Gianni Paci (Ascanio Petrucci). Bravo por las bellas voces y la suavidad en el canto del Coro Lírico Marchigiano “V. Bellini”, dirigido por David Crescenzi.
La opera compuesta por Donizetti en 1833 con libreto de Romani e inspirada en el drama de Víctor Hugo, fue un momento atípico en la producción donizettiana, una mezcla entre serio y bufo, que se advierte en el preludio orquestal (lúgubre fue la intervención de los cornos, vivaz la de los violines, densita en conjunto). Toda la opera si desenvuelve en una inquietante alternancia entre fiesta y tragedia, que la Orquestra Filarmónica Marchigiana, dirigida por Marco Guidarini, ejecutó con propiedad, aunque con una sonoridad por momentos un poco alta. Un éxito desenfrenado de interminables e incontenibles aplausos.
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