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Ramón Jacques
Por segunda semana consecutiva, el director ingles James Judd dirigió un programa de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (el 6 de esta temporada), y esta ocasión lo hizo con un programa diverso e interesante, cuyo punto de unión fue la auto descripción o autobiografía de sus autores por sus propias obras. La función comenzó con el Concierto para violonchelo y orquesta No. 2, Op. 126 de Dmitri Shostakovich, que fue dedicado y estrenado en 1966 por el legendario Mstislav Rostropovich, amigo y gran promotor de la música del compositor ruso, quien plasmó en la obra la conciencia de su mortalidad. La obra de particular fondo y energía sombría tuvo como solista al francés Marc Coppey, que en cada una de sus intervenciones al violonchelo creó una admirable atmosfera de tono oscuro, de lentas pero sonoras pinceladas en el movimiento Largo, y por momentos mas alegre en los dos continuos movimientos Alegrettos de la partitura, sin renunciar al perfil tenebroso y contemporáneo de la composición, ni al intenso dialogo con las cuerdas, metales y percusiones de la orquesta, que fue dirigida por Judd con simplicidad, control y esmero en cada detalle.
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