Foto: Palau de les Arts
Robert Benito - Opera World
Robert Benito - Opera World
La temporada lirica del
Palau de les Arts se ha inaugurado un poco tarde pero a lo grande, con la ópera
que le abrió las puertas del éxito a Puccini en su momento. Esta mujer salida
de la pluma del Abate Prevost que cautivó ya antes a Massenet y antes a Auber
lo hizo igualmente con Pucini cuyas palabras son dignas de recordar ante las
reticencias de su editor Ricordi: “Manon es una heroína en la que creo y por lo
tanto no puede dejar de ganar el corazón del público. ¿Por qué no van a existir
dos óperas sobre Manon? Una mujer como Manon puede tener más de un amante.
Massenet la siente como francés, empolvada y con minués. Yo la sentiré como
italiano, con una pasión desesperada.” Y por desgracia fue esta pasión, este
ingrediente que el de Luca quiso destacar el gran ausente en la representación
de Valencia. La propuesta escénica era de lo más simple que se ha visto en este
teatro, no sabemos si por voluntad o por necesidad pero excepto alguna
pincelada muy conseguida como hacer del casco del barco del penúltimo acto con
una presencia omnipresente y que se reconvertía con gran ingenio en la
diligencia del primero por lo demás fue de pocas ideas y de un minimaismo casi
ofensivo.No se puede decir lo mismo del movimiento escénico muy conseguido ya
desde el primer cuadro de la plaza o en el penúltimo donde todo funciono con
mucho dinamismo. Si la escenografía no fue lo más destacable el vestuario fue
muy clásico y que contrastaba con el uso de las proyecciones que nos indicaban
a pie de telón el avanzar espacial de la ópera muy conseguida y pedagógica. En
cuanto a la parte musical es aquí donde esta propuesta de Valencia no
convenció. Ninguno de los tres protagonistas llegó a un nivel de excelencia. La
Manon de la soprano uruguaya María José Siri con una gran
proyección internacional en estos últimos tiempos no supo dar en su debut
europeo del rol la psicología cambiante de este personaje que va de la niña
caprichosa del primer acto a la amante desesperada del último. Sabemos que es
un reto difícil con la escritura orquestal de Puccini, pero no apreciamos más
que una voz con un gran volumen pero faltada de expresividad. Sospechamos que
puede triunfar con una Liu pero en absoluto con este papel que le viene grande
en muchos aspectos y que al traspasar el registro medio para pasar al grave su
voz queda sin timbre por un exceso de entubamiento que no aporta nada más que confusión
de articulación y comprensión del texto. Hubo momentos que salvaron su
participación como una correcta interpretación de su aria “In quelle trine
morbide” y la otra gran aria del último acto “Sola, perduta, abbandonata” pero
no por ello superaron estas impresiones expresadas anteriormente. El caballero
Des Grieux fue interpretado por el tenor puertoriqueño Rafael Dávila que posee
un gran instrumento que le permite enfrentarse al repertorio de tenor lírico y
casi spinto con facilidad, con un canto depurado como apreciamos en el aria de
presentación “Donna non vidi mai”,y el dúo del segundo acto “Oh,
sarò la più bella!” o el final del tercero “Pazzo son!” donde vislubramos el
único momento de entrega dramática de este cantante ya que su generoso instrumento
no va acompañado de la misma dosis de teatralidad con una expresividad limitada
y un movimiento escénico inseguro. Pero si la pareja protagonista a pesar de
las reticencias señaladas tenían motivos para estar en esos roles no
consideramos lo mismo del Lescaut del barítono mexicano Germán Olvera el cual
carecía de la prestancia vocal y dramática del personaje. Tal vez en un futuro
con otro repertorio y en otros coliseos pueda brillar pero aquí dar el salto
del Centre de Perfeccionament a un rol principal pensamos que ha superado sus
posibilidades, resultando poco definida su interpretación y de dificultad
auditiva sus intervenciones. Del resto de los muchos partiquinos de la obra
destacamos la Cantante de Mariam Battistelli que supo dar al Madrigal una
expresividad que muchas veces pasa desapercibida. El coro no sabemos la causa,
si fue la dificultosa comunicación desde la batuta y el escenario u otras
razones, pero hubo desajustes que son la primera vez que lo apreciamos en esta
formación. Esperemos que sea un mal de un día. Igualmente la orquesta de la
Comunitat aunque mantuvo una calidad pero se percibió una musicalidad oscilante
y a veces con unos volúmenes o dinámicas desmesuradas para lo que sucedía en el
escenario. Esto nos lleva a hablar de la dirección del maestro Placido Domingo que no
convenció pecando a veces de excesiva pasión desbocada y otras de una
inexpresividad extraña. Evidentemente la noche se cerró con aplausos pero uno
se pregunta si a veces la mitomanía de un nombre sea de un compositor o de un
director puede envelar una realidad musical de calidad cuestionable. Todo el
engranaje de la temporada se ha puesto en marcha y esperamos que estos primeros
desajustes se corrijan en noches memorables como es la constante en el coliseo
del Turia.
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