Foto: Julien Faugère ATMA Classique, Charlotte / Ópera de Bogotá
Originaria de la provincia de Quebec, Canadá, la mezzosoprano Julie Boulianne cuenta ya con una larga experiencia presentándose en importantes escenarios como el Metropolitan de Nueva York, New York City Opera, Glimmerglass Opera, Opéra de Marseille, Opéra de Québec, Opéra de Montréal, Théâtre des Champs-Élysées, Ópera de Nueva Orleans, De Nationale Opera de Ámsterdam, Capitole de Toulouse, Opéra-Comique de Paris, Opera de Zúrich, asi como en los teatros de Lyon, Reims, Toulon, Aviñón, Vancouver y próximamente en el Covent Garden de Londres, además de importantes orquestas donde ha interpretado papeles para su cuerda tanto en operas, como en concierto de: Rossini, Mozart, Berlioz, Chabrier, Gounod, Handel y Offenbach, Ravel entre otros. Derrochando simpatía, amabilidad y pasión por su profesión de cantante aceptó esta entrevista donde nos habla sobre su carrera.
Ramón Jacques
¿Cómo fue que te acercaste a la música y
particularmente a la ópera?
Empecé muy joven a tomar clases de piano
y siempre me gustó la música en todas sus formas. Además, mi familia me
transmitió el verdadero amor por el canto, ya que en casa todos cantaban o
tocaban un instrumento. Las reuniones familiares siempre estuvieron llenas de
música y de canciones. Creo que es una costumbre que las primeras familias
católicas de Quebec adoptaron para conocer y compartir la música, pero sobre
todo para pasar el invierno de una manera menos dolorosa. Aunque la tradición
se perdió, todavía surgen muchos buenos cantantes en mi familia y en mi región
de origen. Se me ocurre citar a Marie-Nicole Lemieux, entre otros.
Descríbenos
un poco tu voz
Creo que es difícil para uno definir
su propia voz, pero en general, y como más o menos estoy de acuerdo con ellos,
te diré los adjetivos que he escuchado del público que define mi voz como melosa,
cálida, con sabor a fruta o como caramelo.
¿Existe
algún cantante que consideres como modelo vocal?
Por supuesto que tengo modelos
vocales. Primero que nada, mi padre amaba a Elisabeth Schwarzkopf, a Joan Sutherland y obviamente a María Callas. En
casa, escuchaba a sus cantantes favoritos de Quebec como Richard Verreau y
Louis Quilico, así que todos ellos fueron mis primeros contactos con la ópera.
Pero escuchar a Cecilia Bartoli fue lo que hizo que verdaderamente me
interesara por el canto clásico. Después, y una vez que ya había descubierto la
voz de mezzosoprano descubrí a Christa Ludwig, Anne Sofie Von Otter, Janet Baker,
Frederica Von Stade y a Teresa Berganza entre muchas otras. Hoy en día no tengo un modelo absoluto, pero
percibo las funciones de una manera diferente, con el oído y los ojos de una
artista con experiencia. La vida me dio la oportunidad de compartir el
escenario con cantantes increíbles, algunos conocidos, otros menos, pero en
cada ocasión, trato de absorber la mayor cantidad de información posible
respecto a su manera de trabajar. Hay tantos cantantes admirables y todos tienen
algo único que ofrecer.
La alegría de cantar es la búsqueda
absoluta de todo artista lirico. Es el milagro que tiene como base todo lo ha
que el artista ha logrado, lo que ha recorrido, su desarrollo; y de ello se
trata de sacar lo más posible a pesar de todo lo que se interpone en el bien
del canto. Para un cantante en carrera hay muchos factores que pueden frenar
ese estado de gracia. Esto podría ser la complejidad de una puesta en escena,
la dificultad para escuchar a la orquesta, lo incomodo de un vestuario, los
problemas vocales ya sean por enfermedad o por fatiga, el deseo de complacer al
público o a los medios. La felicidad de cantar es finalmente la razón
fundamental por la que hacemos este trabajo. Las demás razones carecen de
validez si desde el inicio no existe el placer por lo que se hace.
¿Desde tu debut como cantante y durante tu carrera quien ha
ejercido en ti una influencia positiva y te ha apoyado?
Obviamente, he tenido a mis padres
que me han animado de manera constante con sus medios. Siendo claros en este
punto, mis padres siempre han estado dispuestos a apoyar todo lo que haga con
la condición de que haga el esfuerzo necesario para logarlo. Esta también
Dalton Baldwin quien me hizo descubrir el universo de la melodía y del Lied y a
quien le debo mucho; y Jacqueline Desmarais, una mujer extraordinaria y una
importante mecenas de las artes en Canadá, que me ayudó mucho durante mi aprendizaje y durante mis
años en Juilliard.
¿De los personajes que has interpretado cual es el que más te
ha marcado y cual es el que más ha exigido de ti?
Disfruté cantar Elisa en Tolomeo de
Handel porque fue la primera vez que interpreté un personaje atormentado y
malo. Me gustan estos personajes porque encuentro la complejidad en su maquiavélica
psicología y también muchas posibilidades. Además, esta Cherubino que es el
papel que canto con mayor frecuencia. He cantado muchas Cenerentolas y Rosinas,
y he tenido la suerte de cantar papeles maravillosos como Cendrillon y
Marguerite en La Condenación de Fausto.
Mi siguiente gran desafío fue cantar
Charlotte de Werther, que debuté este año en Bogotá. Es un papel magnifico que abordé con gran
entusiasmo.
¿Sientes que la costumbre de estar en el escenario y en
producciones te va dando más seguridad y confort para tu desempeño?
Es cierto que después de algunas representaciones
uno se siente más confiado, y eso da la oportunidad para explorar y para llevar
las cosas al límite, como también para probar nuevos colores, otras sutilezas,
y todo ello nos permite también mantener vivo el espectáculo.
¿Consideras que el trabajo de cantante ha cambiado? Es decir,
¿Existe el tiempo suficiente como para realizar un buen trabajo sobre el
escenario?
Si, el trabajo ha cambiado en mi
opinión, aunque es difícil para mí poder establecer una comparación de lo que
he atravesado por este ambiente durante el tiempo que lo he hecho, ya que todo
va muy rápido y los salarios son más bajos. Por ello, se debe trabajar más para
mantener el mismo estándar de vida que el de los artistas de las generaciones
anteriores. A veces me gustaría tener más tiempo para prepararme mejor, porque
habiendo tantos cantantes la competencia es feroz, y el público en ocasiones
prefiere la juventud en vez de la experiencia y la belleza en vez del talento.
¿Tienes un director de escena favorito o con quien te haya
gustado trabar?
No tengo un director de escena
favorito, pero puedo mencionar que he tenido buena suerte con ellos durante
esta última temporada. Trabajé con Robert Lepage en La Condenación de Fausto,
con Laurent Pelly en L'Étoile y con Denis Podalydès en La
Clemenza de Tito. Tres enfoques completamente diferentes pero todos igual de
geniales. En esos casos me sentí mimada y tuve la impresión de ser útil para la
creación de momentos artísticamente significativos. ¡Es una sensación estimulante!
Se
ha dicho que la voz femenina refleja el estado de ánimo, la moral, de una
cantante ¿Estarías de acuerdo con esto?
Es una pregunta compleja, ya que
muchas cantantes se quejan de tener una voz que no refleja su personalidad. Por
otra parte, si se habla de lo que se puede lograr con la voz, estoy de acuerdo
que lo ideal es que sea capaz de transmitir la emoción en el timbre y la música
sin tener que poner un texto en la línea vocal. Obviamente, el color del texto
sigue siendo crucial en la interpretación, pero no quiero desviarme del color
de la voz. Creo que una de las grandes
claves del arte vocal es la honestidad. Siendo uno mismo sobre el escenario es
como uno puede alcanzar a conmover al público.
¿Cuál es el director de orquesta que más te ha impresionado?
Trabajar con Charles Dutoit ha sido
siempre intimidante, ya que es el director de orquesta con el que crecí en mi
Quebec natal. Lo veía por televisión con frecuencia cuando era niña, y hoy
ocupa un lugar especial en mi palmarés personal. Sin mencionar otros nombres
siempre me impresiona cuando trabajo con directores que tienen largas y
brillantes carreras, y que dirigen con naturalidad, sin nada más que demostrar
y que están allí solo por el amor a la música. Es emocionante trabajar con un
gran director e imaginarse que quizás sea la última vez que dirija esa obra.
También es absolutamente fascinante y conmovedor ver como una persona puede
trascender la música y dirigir solamente con miradas o con gestos bien
colocados. Estoy también orgullosa y asombrada por la brillante carrera de mi
compatriota Yannick
Nézet – Séguin, con quien es un placer trabajar. Es un músico inigualable y una
persona excepcional.
Además de tu reciente grabación “Handel & Porpora the London years” ¿Tienes
algunos proyectos en puerta para grabar?
Sí, tengo dos
proyectos previstos para la próxima temporada, con los sellos canadienses Atma
y Analekta pero lamentablemente no puedo desvelar aun de que se tratan.
Para finalizar ¿Cual es el mejor recuerdo
que tienes de tu carrera?
¡Esta es una
pregunta muy divertida! Ya que leyéndola, obviamente me hace pensar en momentos
horribles como las veces que he olvidado alguna palabra, o cuando me he
adelantado, he tenido la impresión de perder la voz, desafinar, de no poder
seguir al director, de cantar algo demasiado grave para mí o demasiado agudo,
de las veces cuando el vestuario se desgarra completamente, las veces que me he
patinado o me he caído en medio de un candente dueto. Una vez cante tan enferma
que hacía más ruido que cantar. Mas allá de los momentos incómodos, tengo tantos
hermosos recuerdos musicales que me sería imposible escoger uno. Me da una gran emoción cada vez que canto el
Mesías y todo el público se levanta durante el Aleluya, como también cuando canto la novena de Beethoven y me
convierto de nuevo en una niña. (Risas).
Muchas gracias por esta entrevista Julie.
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