Fotos:
Guillermo Genitti
Luis
G. Baietti
Volví
muy contento del Teatro Argentino después de haber visto las dos funciones que vi,
porque la presentación de este Otello representa un enorme paso adelante en el
proceso de reconstrucción del teatro luego de la grave crisis que lo afectó. Otello
es una ópera particularmente difícil de montar, por las exigencias musicales en
primer lugar, ya que se le pide mucho al coro y la orquesta, que tienen que
estar a la altura de un Verdi ya en plena madurez y en pleno dominio de toda su
capacidad creativa, y donde la orquesta ha dejado de ser un mero acompañamiento
de la acción para ser totalmente una parte integrante de ella. Una vez me dijo
Carlos Vieu en una entrevista que la orquesta es un personaje esencial porque
es la que da el clima en el que se mueven los demás. Y nunca tan verdadero como
en este Otello. Pero hay además que cubrir toda una serie de personajes
complementarios todos los cuales tienen en algún momento importancia capital, y
por sobre todas las cosas hay que tener 3 protagonistas de primer nivel :
soprano, barítono y muy especialmente tenor ya que es uno de los más difíciles
papeles de todo el repertorio italiano, que exige un tipo de voz que quizás
esté en extinción si no extinta ya, y que a lo sumo se puede aspirar a
sucedáneos como ocurre con el caso de varias operas de Wagner (Tristan, Tannhauser
principalmente )donde aparece a lo sumo un tenor que está 100% a la altura de
las exigencias de la parte por generación y que inmediatamente comienza a ser
disputado por los grandes teatros del mundo y empieza a tener una agenda de
compromisos que abarca 5 años. Domingo, que no tenía la voz de Otello pero si
la inteligencia actoral y musical como para hacérnoslo creer a todos, hizo una
carrera por todos los teatros importantes cantando la parte. Quizás ahora será
el turno de Kauffmann que lo estrena en breve en el Covent Garden. El
espectáculo, plenamente logrado en su conjunto más allá de algunas limitaciones
individuales que iremos examinando después, aunó talentos locales con elementos
provenientes de los países vecinos (puesta en escena chilena hecha por
argentinos, tenor chileno en uno de los repartos, barítono brasileño en el otro),
y revela que se actuó con sensatez y sentido de la limitación de los recursos
financieros disponibles. Para comenzar, el espectáculo se apoyó sobre dos
firmes puntales : en primer lugar el desempeño diría que espectacular del coro
y la orquesta que son un verdadero placer aparte y cada día suenan mejor,
mérito claro está de sus integrantes y del proceso de selección que los ha
reunido, y de sus respectivos directores Carlos
Vieu y Hernán Sánchez Arteaga que reiteraron sus excelentes condiciones y
el gran trabajo que están realizando en sus respectivas funciones. Vieu es por
otra parte el mejor director de ópera que tenemos en las redondezas, con una
perfecta noción de cual es su responsabilidad al frente del espectáculo y cual
su función para llevarlo a buen término sacando de cada uno de los cantantes
que participan lo mejor que ellos pueden dar. El otro puntal es la descomunal
planta escenográfica concebida por Enrique
Bordolini, una estructura arquitectónica que representa las paredes
exteriores de un gran palacio circular, y que en las diversas escenas se cierra
o se abre sobre sí mismo dando lugar a los diversos ambientes donde se
desarrolla la acción, sin que el cambio de los decorados haga necesarias largas
pausas entre acto y acto ( la obra se presentó con un único intervalo entre los
actos 2 y 3 )- Me pareció magnífica la escena inicial con el vívido y bien
visible temporal y la solución hallada para la entrada de Otello. Pablo Maritano es uno de los registas
más inteligentes de Argentina con un perfecto conocimiento de los diversos
elementos de la representación. Sólo que cuando uno concurre a ver un
espectáculo dirigido con él no sabe si se encontrará con Maritano el genio como
puede haber sido en este caso, con algunas objeciones, o con el enfant terrible
que le lleva a crear líneas de acción que se apartan sustancialmente de la
historia servida, como ocurrió en su reciente Anna Bolena. En general hizo un
muy buen trabajo de marcación de los personajes, haciendo que cada uno de los intérpretes
desarrollara al máximo sus cualidades interpretativas. Algunas soluciones no me
convencieron, sin embargo, o me parecieron exageradas. No me gustó la idea del
teatrillo que ocupa el centro de la escena cuando se canta Fuoco di giogia. Tampoco
me gustó por innecesario, grosero y obvio el gesto del tercer acto en que
Otello intenta colocar insultantemente la mano en los genitales de Desdemona
introduciéndola debajo de las polleras, mientras la acusa de ser una cortesana
y recibe una desequilibrante cachetada de ella. Por último no me parecieron
bien resueltos algunos detalles de la escena final.
El principal, que Otello
muera exclamando repetidamente un baccio pero ni intente acercarse al cadáver
de Desdemona para besarlo. Tampoco me pareció adecuado ni el colmo del buen
gusto que se degollara y brotara la sangre de su cuello. Y por último creo que
exageró la medida en la marcación de movimientos de Desdemona que a cada rato
está agachándose y levantándose, o moviéndose de rodillas en la cama
arrastrando el largo camisón, cosas ambas que no parecieron muy respetuosas de
las sopranos ocupadas en cantar una de las partes mas demandantes de la Opera,
y teniendo que enfrentar las dificultades que la vida nos va dando después de
los 20 años para hacer sin ayuda ciertos movimientos. Esto forzó por ejemplo a
que en la escena final previo a ahorcarla con el crucifijo Otello le tienda
amablemente la mano a Desdemona un par de veces para ayudarla a alzarse desde
su posición de arrodillada, algo que funciona a contrapelo de toda la situación
dramática. (Esto ocurrió con las dos sopranos y los dos tenores). Todos los
cantantes de los papeles complementarios cumplieron cabalmente con sus partes,
especialmente los dos Cassios, personaje que es casi co-protagónico y que
estuvo bien servido por Sergio Spina
y Francisco Bugallo. Emilia fue una
agradable, intensa Mariana Carnovali
en los dos repartos y del resto del elenco, que estuvo perfectamente correcto
en todos los casos, destaco la presencia de Emiliano Bulacios un rotundo
Ludovico en el segundo elenco y la elegancia y buena voz de Felipe Carelli como
Montano, un digno colega de reparto del más experimentado Mario de Salvo que lo cantaba en el otro reparto. Fabián Veloz es un Yago con total
potencia vocal, absolutamente seguro desde el grave al agudo y con bellísimo
inteligente uso de la mezzavoce .Ha hecho además notables progresos como actor
resultando totalmente convincente en la difícil parte. No tengo la menor duda
de que con la profundización en la parte, buceando en las diversas capas de
malignidad, esta encarnación que hoy ya es sobresaliente llegará a ser
excepcional. No tengo duda de que tendrá oportunidades de repetirlo una y otra
vez porque apenas se corra la noticia de que hay un barítono que canta el Yago
con esta solvencia, comenzará a ser llamado por diversos teatros para hacerlo. No
de balde el Metropolitan de Nueva York lo acaba de contratar para cover este
año de la parte, y si bien no le deseo mal a nadie, rezo para que tenga su
oportunidad de salir a escena y ser oído por el público que es lo que le falta
para sentar raíces definitivamente en ese exigente medio. Por lo pronto, lo
oyen en los ensayos los colegas, los directores, los registas y de allí van
surgiendo comentarios y recomendaciones. Veloz está claramente en camino hacia
la carrera internacional que se merece. Licio
Bruno el otro Yago, no tiene una voz de similar potencia, pero sí de
toda la extensión requerida y es además un espectacular actor, que logró un impactante
retrato del personaje. El Teatro Argentino puso a cargo del papel de Desdemona a
dos sopranos con mucho prestigio en la casa. Paula Almerares es casi la soprano residente por ser de La Plata,
por el cariño que el público le tiene y hasta cuenta con una hinchada que hoy
mal controlada llegó a molestar a la propia cantante interrumpiendo 3 o 4 veces
para aplaudir en la mitad de varias frases del Salve. Ha tenido además una
prestigiosa carrera internacional en los países vecinos pero también en Estados
Unido y Europa, en el registro de soprano lirico–ligera. Es imposible mencionar
a Paula y no recordar sus dos estupendas interpretaciones de Juliette ( La
Plata) y Manon (T. Colón) así como una bellísima Liu en el Luna Park ( no tuve
la suerte de ver su muy elogiada Traviata ). Evidentemente está intentando
cambiar de registro y pasar a papeles de más peso vocal, haciéndolo correctamente
con esta Desdemona que es uno de los papeles más líricos que haya escrito Verdi
que suele demandar voces más pesadas en sus óperas.
Paula volvió a seducir con
la belleza de su timbre y su delicada musicalidad, pero tropezó con algunas
dificultades propias de quien se inicia en este tipo de repertorio: faltó algo
de fiato en el primer acto, debiendo respirar en 2 o 3 oportunidades en la
mitad de la frase, algunos agudos sonaron como el triunfo de la voluntad sobre
la naturaleza, fue cubierta por la orquesta en el fínale del acto 3 y llegó de
una manera inusual al pianísimo final del Ave Maria que sonó bonito pero breve.
Dramáticamente fue convincente, dando muy bien la fragilidad del personaje, y
sobrellevó con gallardía la prueba de vestir la enorme peluca del 3er.acto
mayor que su cabeza, que le dio un aspecto no tan juvenil. Haydee Dabusti desde que emergió del retiro en que se había auto
encerrado, frecuentó un repertorio que incluyó algunos de los más demandantes
papeles de las óperas italianas Norma, Gioconda, Nabucco, Attila, Cavalleria,
Don Carlo, Andrea Chenier, Aida, Il Trovatore. Que a esta altura de su carrera
y habiendo cantado esas partes tan pesadas sea capaz de encontrar en su voz un
timbre leve, claro como corresponde al personaje y logre cantar todos los
pianísimos que la parte pide es casi un milagro. Me pareció algo nerviosa en la primer
escena , mucho más pendiente del maestro que lo que es habitual en ella ( hay
que tener en cuenta que era debut en el rol ) y como probando la voz antes de
emitir las notas más expuestas. Pero a partir del segundo dúo con Otello fue
recuperando su seguridad clásica y logró un gran momento en el concertante
final del acto 3 ( que casualmente hoy fue puesto a disposición del público en
you tube ) donde superó con generosidad la barrera del coro y la orquesta. Y
tuvo una elogiable escena final más allá de que el agudo final del aria,
correcto, no fue de los mejores que le he oído. Escénicamente, muy perjudicada
por las pelucas que la hicieron una dama importante y plena de autoridad más
que la consorte del hombre fuerte que consigue todo de él por la vía de la
seducción, pareció rejuvenecer 15 años cuando en la escena final apareció con
el pelo suelto al natural. Ambas
sopranos debieron presentarle quizás queja al estilista con la frase famosa de
la Mariscala en Der Rosenkavalier. Pero al margen de pequeños detalles que también son variables de una función a
otra , creo que la mayor limitación de su Desdemona fue la de parecer una mujer
demasiado fuerte, demasiado en control de la situación y no una joven inocente
víctima de las circunstancias. José
Azocar es un actor razonable pero que no decepciona. Cantó con total
seguridad la difícil parte para la cual tiene el timbre adecuado y las notas.
Fue yo diría un Otello eficiente pero no memorable. Juan Carlos Vasallo sigue dando muestras de la importancia de sus medios.
Aquí exhibiendo una cuidadosa preparación que lo llevó a administrar con
cautela la voz en lugar de dilapidarla en las primeras estrofas como alguien
con su fuerza vocal se sentiría tentado de hacer. Cantó con corrección una
parte en la que todavía no puede descollar, y la actuó con convicción si bien
estuvo lejos de ser la figura dominante que debe ser en la ópera. Diría que
contrariamente a lo que muchos esperaban aprobó el examen y demostró que puede
encarar la parte sin pasar ningún papelón aunque esté lejos todavía de dominarla
totalmente.
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