Massimo Viazzo
Las dos jornadas mahlerianas que se desarrollaron en el Auditorium del Lingotto proponían como principal motivo de interés la presencia de Thomas Hampson en Turín, una presencia un tanto rara en los escenarios locales. Así, el barítono estadounidense, tuvo una primera velada interlocutoria en la que pareció casi tomarle la medida a la sala, en la que cantó algunas notas forzadas en la parte alta, con avaricia de colores en su timbre y un solo destello interpretativo en el penúltimo lied ofrecido “Wo die schönen Trompeten blasen”, en el cual se pudo admirar una dicción a flor de labio y un logro teatral en el discurso directo (con las palabras tocantes pronunciadas a la doncella por parte del fantasma de su prometido muerto en el campo de batalla). En Das Lied von der Erde encontró un terreno perfecto para su elegante canto, expresivo, comunicativo y carismático, de una emisión mixta, pero siempre muy homogénea, aun en los pianisimos. En tal sentido, fue para enmarcarse la ejecución, desilusionada e hipnótica del ultimo memorable lied Der Abschied. Por su parte, el tenor alemán Burkhard Fritz tuvo algunos problemas de proyección vocal en un ambiente, que además fue notoriamente “difícil” para las voces. Seguro y sólido en alto, y aunque por momentos su sonido pareció reducirse y su línea vocal estuvo firme pero no muy abigarrada, Fritz pudo de cualquier manera defender con honor una parte que llamarla áspera sería un eufemismo. Philippe Jordan dirigió con mano secura pero sin particulares matices a la agrupación fundada en 1986 en Viena por Claudio Abbado, una de las mejores orquestas juveniles del mundo, que demostró ser dinámica, reactiva, pero no impecable (por ejemplo en la sucia ejecución en el segundo movimiento de la Titán) en una interpretación en la que sumando todas sus partes, privilegió los aspectos mas “materiales” del mensaje mahleriano.
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