Foto: Prensa Teatro Colón / Máximo Parpagnoli
Gustavo Gabriel
Otero
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Buenos Aires,
06/06/2017. Teatro Colón. Georg Friedrich Händel: Giulio Cesare in Egitto. Ópera en tres actos. Libreto de Nicola
Francesco Haym, basado en un libreto original de Giacomo Bussani. Pablo
Maritano, dirección escénica. Enrique Bordolini, escenografía e iluminación.
Sofía Di Nunzio, vestuario. Carlos Trunsky, coreografía. Franco Fagioli
(César), Amanda Majeski (Cleopatra), Flavio Oliver (Tolomeo), Adriana Mastrángelo
(Cornelia), Jake Arditti (Sesto), Hernán Iturralde (Achilla), Martín Oro
(Nireno) y Mariano Gladic (Curio). Orquesta
Estable del Teatro Colón. Dirección Musical: Martín Haselböck.
El Teatro Colón
ofreció Giulio Cesare in Egitto de
Händel, en una versión musicalmente impecable y con una puesta en escena de
poco atractivo. Martín Haselbök condujo con
sapiencia y pericia a la orquesta para redondear una versión de primer orden. Franco Fagioli en el protagónico
volvió a demostrar su bien ganado lugar como uno de los contratenores estrella
en el mundo en este momento. Sorprendió
gratamente la soprano estadounidense Amanda
Majeski quien deslumbró como Cleopatra. Con impactante presencia escénica y
poderosa como actriz, lució homogeneidad de timbre, bello color vocal,
exquisita técnica y perfecto manejo de las coloraturas e intensidades. El festival de
contratenores -cuatro en total- contó también con un estupendo Jake Arditti como Sesto, con Flavio Oliver que sumó perfección vocal
y calidad actoral como Tolomeo y con el local Martín Oro que fue un excelente Nireno con adecuadas dotes cómicas. Adriana Mastrángelo fue una
perfecta Cornelia.
Con una presencia escénica que confirió belleza y autoridad
al personaje, dio a cada momento vocal el punto justo de calidad
interpretative Hernán Iturralde fue profesional
y solvente como Achilla y Mariano Glacic
resultó un adecuado Curio. En cuanto a la
visión escénica el equipo a cargo optó por lo que ya resulta una concepción
reiterativa y rutinaria: el cambio de época hacia una actualidad vaga. Siendo
una ópera por números Pablo Maritano
concibió la puesta como una serie de pequeñas acciones teatrales sin unidad, al
modo de los denominados espectáculos de revista. La escenografía de Enrique Bordolini está dominada por una
gran pirámide negra que se complementa con un telón dorado de apertura vertical
y otro rojo de apertura horizontal. El uso de ambos telones y los cambios de
lugar de la pirámide negra -escenario giratorio mediante- delimita los
distintos ámbitos donde se desarrolla la acción. El vestuario de Sofía Di Nunzio es funcional al
concepto de la puesta y brilla por la imaginación de su diseño y el cuidado de
los detalles. Razonable la coreografía de Carlos
Trunsky y correcta la iluminación de Enrique
Bordolini.
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