Foto: Bayreuther Festival / Enrico Nawrath
Oxana Arkaeva
Barry Kosky, el director de escena australiano
—quien también es el intendente de la Komische Oper de Berlín—nos hizo reír
cuando no habían pasado aún 20 segundos del inicio de la función. Es de llamar
la atención al hecho de que Kosky es el primer director de escena judío en
montar una producción wagneriana en Bayreuth. Sin exhibir ninguno de los
símbolos del nazismo y sin referirse en absoluto al Tercer Reich, Kosky
sutilmente muestra algunas de las ideas chauvinistas y los resentimientos
personales de Wagner en la obra. La historia gira en torno al triángulo amoroso
entre Stolzing, Eva y Hans Sachs. El primero está enamorado de Eva y quiere
casarse con ella. Para lograrlo, deberá ganar el concurso anual de los maestros
cantores, ya que su padre ofrece la mano de Eva como trofeo. Aunque es un
novato, el aprendiz de Sachs, David, le enseña a componer y escribir el texto
de una canción. Rehusando todas las reglas, Stolzing canta su canción ante los maestros
cantores. Al ser juzgado por el exigente y meticuloso Sixtus Beckmesser, quien
también alberga el deseo de desposar a Eva, Stolzing fracasa. Pero Sachs queda
impresionado del talento del joven y le ofrece su ayuda. Juntos componen una
canción ganadora, que luego Beckmesser roba e interpreta como si fuera suya.
Pero al no poder interpretar correctamente el texto y la melodía de la canción,
se descubre el engaño de Beckmesser y éste es desterrado de la ciudad. Stolzing
gana el concurso y es unido en matrimonio a Eva, rehusando el título de
Meistersinger. En el primer acto, en la versión de Klosky, recurre al
tratamiento del teatro dentro del teatro, donde Wagner está organizando una
representación en su casa y sus familiares y amigos serán los actores. Vemos a
Franz Liszt, suegro de Wagner, quien interpretará a Pogner, y el concertador
Hermann Levi debe interpretar el rol de Beckmesser.
La esposa de Wagner,
Cosima, es Eva y el propio Wagner interpreta los roles de Hans Sachs, Stolzing
y David. El argumento en esta producción no fluye de manera lógica, pues hay
desplazamientos de tiempo que mantienen al público alerta y atento. Se nos
invita a asomarnos a la sala de la Villa Wahnfried de los Wagner, antes de que
se interrumpa la escena en una sala de la corte de Nuremberg, escoltada por
soldados estadounidenses. En el segundo acto vemos una escena en la que
Beckmesser es golpeado por la turba en una suerte de escena de pogromo. En el
tercer acto aparece en la sala de la corte un coro vestido con trajes renacentistas
agitando banderas, como si fuera una fiesta retratada por los maestros
flamencos. La tribuna en el centro se convierte ahora en el escenario del
concierto, donde escuchamos a los cantantes. Al final, el desilusionado Sachs
permanece solo en el escenario, rogando a todos a no olvidar a los grandes
maestros alemanes. En esta producción especial, cada personaje queda muy bien
retratado: Johannes Martin Kränzle es Sixtus Beckmesser y Michael Volle es Hans
Sachs. Klaus Florian Vogt hace el rol de Stolzing con una dicción impecable,
aunque con una voz relativamente pequeña y un timbre peculiar. Anne
Schwanewilms, como Eva, cantó con una hermosa voz lírica. El bajo Günther
Groissböck, Pogner, cantó con una voz noble y con clara pronunciación. Daniel Behle,
como David, exhibió una hermosa voz de tenor con excelente dicción y
habilidades histriónicas impresionantes. Wiebke Lehmkuhl, como Magdalene,
construyó con su cálida voz de mezzo la compañera perfecta de David. El resto
del elenco estuvo a la altura de los estándares de calidad de Bayreuth,
dirigidos todos por el concertador Phillip Jordan, al frente de la orquesta del
festival.
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