Giuliana dal Piaz
Toronto,
8-XII-2017. Trinity-St.Paul’s Centre (8-10 de Diciembre). The Toronto Consort. NAVIDAD:
A SPANISH CHRISTMAS (Una Navidad Española) – músicas de Juan Bocanegra,
Gaspar Fernándes, Ribayaz, Joan Cererols, Anónimos de los siglos 16 y 17,
Francisco Guerrero, Francisco Escalada, Fabián Ximeno, Francisco de Vidales,
Juan de Araujo, Ariel Ramírez. The Toronto
Consort:
Michele DeBoer, soprano; David Fallis, Director artístico y
tenor; Ben Grossman, percusiones y
sonajas; Katherine Hill, soprano; Paul Jenkins, tenore y órgano barroco; Terry McKenna, quitarra barroca y laud;
Allison Melville, flauta; John Pepper, bajo. Artistas invitados: Rodrigo Chávez, percusiones, charango y
silbatos; Lucas Harris, guitarra barroca
y guitarra renacentista; Julia
Seager-Scott, arpa barroca; Vicki
St.Pierre, mezzo-soprano; Dominic
Teresi, bajón.
Es el último
concierto del año de The Toronto Consort,
el conjunto de música antigua que celebra ahora los 45 años, desde su fundación
en 1972, con una Temporada especial, dedicada en parte a revisitar piezas y
autores y en parte a explorar mundos poco familiares. Como en este caso: una
pequeña joya de investigación filológica – la especialidad del infatigable Director
artístico David Fallis – en el mundo
de la conquista primero, y luego de la lengua española, acerca de la música navideña
tradicional. Nos dice Fallis en sus “Notas al Programa” que los conquistadores
– y sobre todo los frailes franciscanos que los acompañaban – se dieron cuenta
de la riqueza y la variedad de la música indígena, por lo cual quisieron
conservar muschos ritmos originales incorporándolos a los de la tradición
cristiana. En la época de la colonia, por lo tanto, cuando se enteraba de que
en la iglesia habría villancicos, la
gente acudía en masa, hasta los más perezosos y los que no practicaban... Es
esta la razón por la cual las autoridades eclesiales hicieron a un lado las
dudas expresadas por Pedro Cerone que, en un tratado del siglo 17, opinaba que
los villancicos “transforman a la iglesia de Dios en un teatro público o en una
sala de entretenimiento”.
Para este
concierto el ensemble normal se
enriquece con la triple arpa barroca de la joven Julia Seager-Scott, arpista de la Stratford Festival Orchestra; con
el bajón –parecido a, y coevo de, la dulciana, de hecho el antiguo fagot – de Dominic Teresi; las guitarras, barroca y
renacentista, de Lucas Harris y las percusiones
del argentino Rodrigo Chávez. La voz
de mezzo-soprano, en ausencia de Laura Pudwell, es esta vez la de Vicki St. Pierre, recién regresada de
una presentación en el Barbican Centre de Londres y de una serie de éxitos nacionales
e internacionales. Extraordinarios como siempre Alison Melville, que logra hacer “cantar” como voz humana a su
flauta barroca, y Ben Grossman, cuyas
manos vuelan sobre el pandero o el tambor y en esta ocasión – cuando todos los
artisti van desfilando entre el público para empezar el concierto – también una
sonajera indígena (de las que los danzantes de México utilizaban por ejemplo en
las piernas).
Los autores de las
piezas nos son prácticamente desconocidos, compositores menores de los siglos
16º y 17º, con la excepción de Ariel Ramírez (1921-2010), que en los tres
fragmentos de “Navidad nuestra” (Los
pastores, Los Reyes Magos, y La Huída, que se inspira en la huída a
Egipto) propone una versión moderna de los villancicos
tradicionales. Sólo tres las piezas exclusivamente instrumentales: la Chacona en Do de Ribayaz, arreglada para
arpa por Julia Seager-Scott, la danza Xácaras,
y finalmente Gaitas & Folías gallegas
en la que se percibe claramente la influencia de las Folías de España. Hermoso
sonido, el del arpa barroca, menos meloso que el del arpa moderna. Particularmente
interesantes las percusiones utilizadas por Rodrigo Chávez, incluyendo un enorme
tambor de piel vacuna, dos rudimentarios tambores de medida mediana y medio-pequeña,
y una caja, al pie de la letra, alta
bastante para utilizarla como asiento, usada en LatinoAmérica por los esclavos
negros para disimular el más típico instrumento musical africano; Chávez añadió
también algunos silbatos que simulan el canto de los pájaros y animaron la
pieza Canten dos jilguerillos por
Francisco Escalada.
Las primeras tres piezas
vocales son en lengua indígena: Hanacpachap
cussicuinin en quechua, la lengua de los Incas que se habla todavía en
vastas zonas de Sudamérica, desde Perú, Ecuador, Bolivia y Colombia meridional,
hasta el norte de Argentina y Chile; Xicohi,
canción de cuna en náhuatl (la lengua de los Aztecas) cuyo manuscrito se
encontró en la Catedral de Oaxaca, México, y Tleycantimo, escrito en una extraña mezcla de náhuatl y español. Las
demás piezas siguen el esquema tradicional del villancico con la contraposición del estribillo, interpretado por todos, y las coplas, cantadas por los solistas en turno con variedad de repeticiones.
Al origen eran composiciones populares seculares que sólo a partir de la Contrarreforma
asumen el carácter religioso que tienen hasta la fecha. Quiero hacer mención especial
de la pieza Serafín que con dulce
harmonía con Variaciones Marizápalos, en la cual voces e instrumentos harmonizan
perfectamente: empieza con un hermoso a solo
de flauta al que siguen luego todas las voces y el contracanto, enfatizado por
la voz grave del bajón y sucesivamente la del órgano con dos teclados de
registro distinto.
Me pareció admirable
la ductilidad de los cantantes: su repertorio incluye muy de vez en cuando textos
en español, que sin embargo han logrado pronunciar con bastante precisión: ¡no
olvidemos que esto resulta muy difícil para personas de habla inglesa! La
hermosa voz redonda y sonora de la mezzo-soprano St. Pierre, que además canta
con gran vivacidad y sentido del humor, se sumó a la voz de las dos sopranos
estables del Toronto Consort dándole énfasis especial al trío de voces femeninas.
Algo más debil resultó el trío de voces masculinas, sobre todo por la escasa
potencia del bajo.
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