
Presna Fesnojiv
En el Aula Magna de la UCV se realizó el primer concierto de la nueva generación de la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela. Al finalizar el último ensayo, el director de la Filarmónica de Berlín, Simon Rattle, confesaba: “Estoy muy orgulloso de ustedes. Están en mi corazón desde ahora y para siempre. Este será el mejor concierto en la historia del planeta”. Rattle subió al podio para dirigir la Obertura Cubana de George Gershwin. El director fue niño con ellos y los niños fueron grandes.
Apretados, los 377 niños, con edades comprendidas entre los 8 y 13 años, tocaron el futuro orquestal venezolano. Los pequeños interpretaron la Pavana para orquesta de Gabriel Fauré. El público permanecía mudo del asombro. La tercera obra del programa fue el Malambo, último movimiento de las Danzas del Ballet La Estancia del argentino Alberto Ginastera. Los niños de la Sinfónica Nacional Infantil eran almas al galope. Se movían con gran entusiasmo desde sus sillas, contagiando de ese ritmo y frenesí a la audiencia.
Después de una breve pausa en el programa, vendría la prueba de fuego de los futuros talentos. ¿Cómo, después de Gershwin y Ginastera, ponerles mesura para interpretar, nada más y nada menos que la Sinfonía n° 1, Titán, de Mahler? El maestro Rattle supo cómo hacerlo. Los niños hicieron gigante el futuro. Los niños tradujeron las atmósferas ideadas por Mahler. No sólo tocaban lo que para muchos es un repertorio extremadamente difícil, sino que en medio de su ímpetu de niños, respetaban los pianos tanto como destacaban los pasajes forte. Los infantes tradujeron la palabra magia, la palabra poesía, la palabra ensueño y el tránsito de las tinieblas a la luz que Mahler quiso escribir con esta obra. Las nubes de Calder en el Aula Magna fueron testigos de una estrepitosa ovación. Rattle se regalaba en abrazos a los distintos solistas de la obra. Luego, caminó hasta le filo del escenario para elogiar con gestos a José Antonio Abreu, fundador del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.
Apretados, los 377 niños, con edades comprendidas entre los 8 y 13 años, tocaron el futuro orquestal venezolano. Los pequeños interpretaron la Pavana para orquesta de Gabriel Fauré. El público permanecía mudo del asombro. La tercera obra del programa fue el Malambo, último movimiento de las Danzas del Ballet La Estancia del argentino Alberto Ginastera. Los niños de la Sinfónica Nacional Infantil eran almas al galope. Se movían con gran entusiasmo desde sus sillas, contagiando de ese ritmo y frenesí a la audiencia.
Después de una breve pausa en el programa, vendría la prueba de fuego de los futuros talentos. ¿Cómo, después de Gershwin y Ginastera, ponerles mesura para interpretar, nada más y nada menos que la Sinfonía n° 1, Titán, de Mahler? El maestro Rattle supo cómo hacerlo. Los niños hicieron gigante el futuro. Los niños tradujeron las atmósferas ideadas por Mahler. No sólo tocaban lo que para muchos es un repertorio extremadamente difícil, sino que en medio de su ímpetu de niños, respetaban los pianos tanto como destacaban los pasajes forte. Los infantes tradujeron la palabra magia, la palabra poesía, la palabra ensueño y el tránsito de las tinieblas a la luz que Mahler quiso escribir con esta obra. Las nubes de Calder en el Aula Magna fueron testigos de una estrepitosa ovación. Rattle se regalaba en abrazos a los distintos solistas de la obra. Luego, caminó hasta le filo del escenario para elogiar con gestos a José Antonio Abreu, fundador del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.

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